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Bases sociales de la transformación ideológica del PPD en la década de 1949-50. Economía política en la primera mitad del siglo XX de Ángel G. (Chuco) Quintero Rivera

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Podría dar la impresión de que es un libro del pasado. No se equivoquen. No solo es un libro del presente porque nuevas generaciones pueden leer con interés las tesis esbozadas por Quintero para entender el fracaso del ELA y del PPD. Tampoco lo es meramente porque cuando releemos nunca somos los mismos.

Érika Fontánez Torres 80 grados

En el 2016, el periódico británico The Guardian reportó los resultados de una encuesta en que la mayoría de los británicos se identificaban como clase trabajadora.[1] A pesar de que solo un 25% trabajaba en ocupaciones rutinarias o manuales, 60% se autoidentificaron de esa clase, un fenómeno descrito por expertos como “working class of the mind”. Como era de esperarse, los políticos comentaron la encuesta con escepticismo: “Todos somos clase media”, “Tenemos que liberarnos de las viejas identidades de clase”, decía Tony Blair. David Cameron ya antes había rechazado la crítica de que el país era gobernado por hombres élite de escuelas privadas: “Lo que cuenta no es de dónde vienes, sino hacia dónde vas”. Pero al parecer la población británica tiene bien claro sus orígenes y aunque haya habido movilidad social, tiende a identificarse con estos, en gran medida porque percibe las desventajas que existen en una sociedad dominada por una pequeña élite blanca.

Los expertos pueden concebir esta identificación con el working class, como mental, cultural, abstracta o del pasado, pero la realidad es que la identificación misma en categorías de clases sociales puede alcanzar una materialidad bien concreta. En Bases sociales de la transformación ideológica del PPD en la década de 1949-50, Ángel “Chuco” Quintero Rivera, nos recibe con una primera advertencia de la mano de E.P. Thompson: “Las clases sociales no son […] categorías en un análisis estructural estático, sino fenómenos históricos. Se definen porque ocurren, no porque son”.  Y fenómenos históricos son. Los resultados de la encuesta británica que comenté se dieron a conocer tres días después del referéndum del Brexit y entre otros factores, se dice que ese alto porcentaje que se identifica como clase trabajadora tiende a ser más conservador en temas sociales como la inmigración, la pena de muerte y otros asuntos de corte moral, lo que los llevó a votar por la salida de la Unión Europea.

El mismo año de la encuesta y a meses del Brexit, en Puerto Rico el Partido del Pueblo Trabajador (PPT) acudía por segunda vez a las urnas como opción progresista para “las grandes mayorías del país”. Como seguramente tantos otros, me pregunté entonces ¿quiénes son “el pueblo trabajador” en el Puerto Rico de 2016? E independientemente de esto, ¿se conciben estos así?  ¿Responderá el país a esa narrativa de clase trabajadora? ¿Funcionará esta como fenómeno aglutinador? Meses después, en una tienda de antigüedades en Guaynabo encontré en una tablilla el libro de Tumin y Feldman, Social Class and Social Change in Puerto Rico, la segunda edición de 1971; lo compré por menos de $5. El presente me hablaba de la antigüedad del análisis de clases sociales. “La metáfora es obvia”, me dije.  Pero vuelvo a E.P. Thomson, las clases no son categorías estáticas, son fenómenos históricos y algo de mi experiencia personal -aunque no viene al caso- me dice que todavía hay concreción y materialidad en ese fenómeno de clases. Solo habría que tener los ojos y oídos prestos.

El PPT obtuvo aún menos apoyo que lo que obtuvieron en las elecciones del 2012.  Ese mismo año desapareció como opción electoral, dando paso a una transformación que en el 2020 provocaría una novedad electoral, a partir de una narrativa transformada. Quizás las mayorías en PR no se identifican predominantemente como la working class británica, pero sí es posible que estemos más cerca de una coyuntura en que el terreno esté fértil para un nuevo alineamiento de fuerzas, entre otras cosas, a partir de la precariedad material que afecta cada vez más evidentemente la vida. Es en esta coyuntura que veo la pertinencia concreta de Bases Sociales de Ángel “Chuco” Quintero Rivera. Uno de los aspectos centrales del libro que celebramos hoy es una mirada aguda y lúcida sobre cuáles fueron las condiciones materiales y las narrativas que dieron paso a la hegemonía del Partido Popular Democrático, pero desde la perspectiva del fenómeno de clase. El autor discute las mutaciones que configuraron un nuevo escenario para sustituir una sociedad que era vista desde el lente de la estratificación de clase a una desde el lente maniqueo de “el pueblo versus el villano”.

Bases sociales está conformado por un trabajo escrito e investigado hace 40 años que según relata el autor, desempolva para ver si puede contribuir a las discusiones actuales ante la evidente falta de legitimidad del modelo institucional del ELA y de su bancarrota económica. Su versión preliminar circuló en 1975. Desmitologizar los lugares comunes del origen del PPD es parte del objetivo del autor (que además reconoce el trabajo colectivo de investigadores que colaboraban en ese momento). Sin embargo, desmitificar al PPD y a Muñoz Marín lo han hecho muchos, incluidos algunos de sus fundadores. Lo importante de Bases Sociales es que, desde su investigación y redacción, al autor le pareció insuficiente consignar lo falaz de los lugares comunes.  Hay que entenderlos, dice, y añado, hay que entenderlos bien y como él bien hace, entenderlos en su mejor luz -incluso desde la buena fe- para trazar las líneas, curvas y vericuetos hasta el presente.           Pienso que uno de los aciertos de Bases sociales es que no intenta desmitificar ni al ELA ni a Muñoz desde acercamientos principistas o moralistas: no se trata de una traición ni de un traidor. No se trata de una venta de la patria. Cito al autor: “no fue un asunto de traidores, vendidos o lambeculos del imperialismo…Fue la respuesta de una clase-en-hacerse que configuró el mito de un Estado del pueblo”. Me parece que entender esto con todo el peso que merece es importante. Nos permite complejizar tanto la realidad de entonces como la nuestra, no solo al hacerlo desde el análisis de la economía política para esa época, sino ante la posibilidad de observar el presente desde una mirada interseccional capaz de integrar los elementos estructurales que conforman las clases sociales y las formas que asume el colonialismo. Esto último demostró ser indispensable en algunos debates surgidos en las pasadas elecciones ante la opción electoral entre el Movimiento Victoria Ciudadana y un Partido Independentista renovado. Incluso más ahora que se plantean nuevas alianzas.

Antes de desmitificar, en Bases sociales Quintero Rivera nos prepara con un análisis abarcador de las condiciones materiales de dieron pie a las clases sociales de principio de siglo. Nos explica las condiciones, con acercamientos marxistas, que dieron paso a las luchas obreras; nos ubica para entender las contradicciones habidas en el movimiento obrero al acoger discursos liberales y tener fe puesta en sus premisas. El autor nos lleva de la mano  para entender las bases materiales de la producción material capitalista de época que daría lugar a básicamente la transformación de las clases sociales y que según su tesis, nos ayuda a entender las alianzas por venir: el deterioro de los términos de intercambio y la dependencia del comercio exterior, las contradicciones del modo de producción capitalista y el problema del empleo a través de un examen de la acumulación capitalista, la sobrepoblación relativa en el empleo y la plusvalía, el aumento del sector gubernamental en la década del 30 luego del paso de dos huracanes y los trabajos públicos de emergencia de la PRERA y la PRRA, el aumento de proporción de empleados por cuenta propia y el empleo en la construcción, la migración a las ciudades. Es necesario entender, advierte el autor que previo a la hegemonía del PPD el “desempleo no era meramente la falta de ingresos, sino el deterioro de los niveles de vida de aquellos en empleo y la reducción de los salarios”. Esto produjo transformaciones en las clases sociales, movilidad y resquebrajamiento de las clases tradicionales.

¿Quiénes eran estas clases sociales de las que el autor nos habla? ¿Cómo se transformaron? ¿Cuál es su continuidad -si alguna- en el fenómeno político-social y económico del Puerto Rico contemporáneo? Me parece un trabajo medular para entender el descalabro y las posibilidades del Puerto Rico de hoy. El contexto que da pie a la hegemonía popular en términos de clases sociales es descrito y explicado por Quintero Rivera como: primero, una clase de tipo descendente y horizontal “una generación de hijos de hacendados, medianos y pequeños agricultores en estrechez económica e incertidumbre profesional que había perdido las tierras o estaba en riesgo de y cuya esperanza era el “dejarles a sus hijos una carrera”. Era el producto del fallido intento del desarrollo del capitalismo tradicional. No olvidemos el rol y la importancia de la Universidad. Segundo, la crisis de la agricultura tradicional que coloca a descendientes de los distintos niveles inferiores de la hacienda en más o menos el mismo nivel; tercero, una ola de población diversa que en busca de trabajo que se ubica en arrabales, con un 80% en San Juan y donde predominaba el subempleo y los trabajos esporádicos. Allí dependían de la ayuda mutua y del “buscárselas”, lo que incluía en ocasiones una sumisión “jaiba” o astuta a la beneficencia gubernamental. En otras palabras, los antepasados de las comunidades que hoy conforman el Distrito Especial del Caño Martin Peña, entre otras áreas.

Este contexto de devenir de clase a menos enfrenta la desesperanza, permite un revivir pentecostal y antiburgués, una actitud de rechazo a lo mundano y una espera del Apocalipsis. Genera también, nos dice, un “nacionalismo de bolero” que se contrastaba a un nacionalismo militante. Finalmente, Quintero explica al detalle el fraccionamiento de los núcleos obreros por los conflictos entre la Federación Libre de Trabajadores, el Partido Socialista (PS) y otras vertientes como el Partido Comunista. Cito al autor: “La política de clase del PS en sus años gloriosos había sucumbido ante ‘la política del pueblo’” y facilitó la inserción de un amplio sector que no se ubicaba sólidamente en términos clasistas.

En esa idea de “pueblo” convinieron en un mismo bote el mundo hacendado venido a menos que formó una clase en-proceso-de-hacerse desde el aparato gubernamental y el profesionalismo, el nacionalismo militante pequeño burgués desesperado con su desaparición de un modo de vida y su política moralista, y el sector obrero aglutinado, entre otros, en la CGT que fue “la respuesta al distanciamiento entre la clase obrera y sus instituciones”. Cabe señalar que el PPD rechazó el apoyo del Partido Comunista en esa Alianza.

La clase-en -proceso de hacerse– -el mundo moribundo de la antigua clase nacional- logró un proyecto con “nacionalismo de bolero” “que [le] proveyera la base material de una nueva hegemonía” a través de un maniqueísmo que Quintero Rivera discute al detalle y que podemos identificar hoy día en la crisis de materialidad de la que somos testigos en el país. Quizás la coyuntura que nos explica el autor desde un acercamiento marxista también pueda abordarse desde el planteamiento que hace Chantal Mouffe cuando aboga por una estructura de lo político bien diferenciada, lo que, para ella “requiere la constitución de identidades colectivas en torno a posiciones bien diferenciadas”. La clase-en-proceso-de-hacerse aprovechó el capitalismo de época y convocó a un proyecto donde cupieran esas colectividades frente a un otro antagónico. Cito a Mouffe refiriéndose a la política contemporánea: “el abandono de la visión de la lucha política en términos de posiciones antagónicas entre la izquierda y la derecha … se ha visto acompañado de la aparición a toda referencia a apuestas diferenciadas. Así las cosas, ha habido un desplazamiento hacia una “república de centro” que no permite emerger la figura –necesaria por demás- del adversario; el antagonista de otrora se ha convertido en un competidor cuyo lugar se trata simplemente de ocupar, sin un verdadero enfrentamiento de proyectos”.

Ese enfrentamiento de proyectos fue lo que pudo aglutinar el PPD y que le proveyó saciar su sed de vocación hegemónica. ¿Cómo lo hicieron? Quintero nos destaca algunos de los elementos de su narrativa maniqueísta y sus limitaciones, que para mí son clave para entender el Puerto Rico de hoy.

  1. Se creó la narrativa de “el pueblo” enfrenta al villano, siendo el villano los grandes intereses y corporaciones azucareras. “Si el pueblo se constituye en gobierno, el Estado no permitirá la victoria del villano”. En el “pueblo” no hay necesidad de distinguir entre clases sociales pues lo importante, como afirmaba David Cameron en la Inglaterra de 2013, es el futuro, no nuestro pasado. Eso permitió aglutinar en un mismo proyecto incluso aquellos sectores para los cuales quedaba fresca en la memoria las sospechas contra la clase hacendada.
  2. Su proyecto no elaboró una crítica al Capitalismo como sistema o modo de producción como lo hizo el Partido Socialista décadas antes. Se trataba de “corregir excesos del individualismo económico”.
  3. Se creó una nueva hegemonía de una clase social de acción Estatal. El Estado y “el pueblo” es lo mismo porque el primero es el representante y encarna el último. Explica el autor que esto nace de un convencimiento auténtico de un liderato natural que se sentía convencido de representar a un pueblo que pese a las diferencias se complementaba.
  4. Los intereses generales que guiaban el bien común eran los de la clase-en-proceso-de- hacerse, pues la clase obrera siempre fue de segunda, digna de proteger con legislación social, pero no igual. De ahí que la agricultura fuera abandonada y la repartición de tierras desembocara inevitablemente, como bien recoge Rubén Nazario, en el comienzo de la especulación inmobiliaria que provoca el desplazamiento de esas mismas clases que en un principio suponía proteger.

Al igual que Francisco Catalá en Promesa Rota donde destaca el institucionalismo de Tugwell, Bases Sociales nos presenta cuáles fueron los desvíos de ruta que nos trajeron a la situación actual, pese a las narrativas originales del PPD. El aparato público que para Tugwell no debía depender totalmente de la inversión del capital exterior, terminan dependiendo de esta hasta nuestros días. En este sentido, aunque mediante formas distintas, no hay discontinuidades de época. Quintero menciona la adopción de la Ley de Incentivos Industriales como un momento clave que devela que el proyecto del partido en realidad era “evitar los excesos de individualismo económico”. Asimismo, detalla el cambio de un Estado comprometido con las reivindicaciones populares a uno que se concibe como ‘árbitro” o armonizador de intereses. De ser un Estado planificador, incubador de cooperativas, laboratorios agronómicos y corporaciones agrícolas, como también señala Catala, se pasa a meramente servir de árbitro de las relaciones de mercado extranjero.

En 1928 el huracán San Felipe arrasó con Puerto Rico. Al año siguiente nació Otilio Cruz en las montañas de Maricao cerca de lo que antes era la Hacienda Ballester. Luego del paso del huracán María fui a entrevistar a Otilio y a su hermano Emilio. Otilio tenía entonces 91 años, Emilio 84. Luego de leer Bases sociales, ahora me parece que aquella conversación con Otilio y Emilio en una pequeña sala en una finca en Maricao pudo haber sido un apéndice del libro de Quintero Rivera. Pero más bien una continuación, un futuro pretérito. Allí y en cada entrevista que realicé luego del huracán María indagando la situación de precariedad de la tenencia de tierras, no faltó el espíritu de Muñoz ni la alusión al PPD, al Partido Liberal o al Republicano. La situación del huracán San Felipe remitía a la del huracán María. Otilio y Emilio, lúcidos ambos, nos contaban cómo “Muñoz se olvidó de nosotros”. “Se supone nos hubieran hecho una carretera, pero le tiraron a los populares y no a nosotros porque estábamos en zona de republicanos”. Otilio explicó con mucha convicción que los agregados tenían la obligación de votar igual que el dueño de la propiedad. Dijeron más, pero no es este el momento. Con mucho orgullo nos dejaron saber que las tierras donde habitaban eran tierras que les pertenecían. Su padre las había comprado con sacrificio, por lo que Otilio y Emilio tenían título de propiedad, pero ese no era el caso de tantos otros adultos mayores, todos agregados que fuimos a visitar porque estaban en riesgo de desplazamiento luego del huracán debido a la falta de tenencia. El asunto es que lo narrado por Quintero Rivera en este libro tiene una vigencia asombrosa: la falta del acceso a la tierra, la pobreza, el impacto de las políticas de incentivos, la carencia de vivienda, la situación del empleo y la desesperanza.

Podría dar la impresión de que es un libro del pasado. No se equivoquen. No solo es un libro del presente porque nuevas generaciones pueden leer con interés las tesis esbozadas por Quintero para entender el fracaso del ELA y del PPD. Tampoco lo es meramente porque cuando releemos nunca somos los mismos. Es un libro del presente porque las coyunturas del nuevo siglo y en especial las posteriores a 2016, una vez se aprobó la Ley PROMESA, aunque nos exigen nuevas miradas, lecturas e imaginarios, también nos convocan a identificar las continuidades. Desde mi perspectiva, el análisis de Quintero Rivera presenta continuidades que, aunque se manifiestan de formas distintas, nos trazan al presente. Bases Sociales puede arrojarnos muchas pistas, tanto metodológicas como de contenido. Cuando leemos a Quintero y sus tesis sobre las clases sociales, sobre el origen de que dió paso a una nueva aglutinación narrativa brindada por el Partido Popular, nos damos cuenta que estos tiempos exigen hacer ese mismo análisis en la coyuntura actual.

Por ejemplo, ¿por qué hoy nombramos y nos referimos a las clases empobrecidas en este país como “comunidades”? ¿Acaso se trata de un eufemismo político? ¿Es la narrativa de “las comunidades” una especie de forma de lidiar con un pasado atormentado por la Promesa rota de la que nos habla el profesor Catala? ¿Es posible que la narrativa de las comunidades que ha venido a sustituir la parte “del pueblo” más empobrecida a falta de una narrativa sobre las distinciones de clase o de una que promueva un nuevo antagonismo como el que hace alusión Mouffe? ¿Estaremos cerca de una narrativa compleja que nos permita entender las diferencias de clase ese “pueblo” que sí existen todavía pese (o quizás por) el tránsito de la colonialidad del poder?

¿Dónde está la clase “venida a menos” de las haciendas? ¿Será que resuenan sus apellidos en ciertos sectores terratenientes locales quienes -además de los inversionistas- intervienen ante la Junta de Planificación en proyectos de construcción, usos de suelo controversiales o juegan a la especulación inmobiliaria? ¿Habrá continuidad entre los agregados y parceleros y los residentes de comunidades, desplazadas, expropiadas, enfrentadas a la vulnerabilidad del cambio climático? ¿Habrá sido cooptada la narrativa de “las comunidades” por una clase filantrópica, -acaso heredera de la-clase-en-proceso-de-hacerse de la que habla Quintero ante un aparato burocrático del Estado que ya no existe y moribundas sus instituciones? ¿Se manifiesta esa clase desde otras lógicas filantrópicas, no gubernamentales, pero con el mismo paternalismo que Quintero nos relata en su lugar como clase de acción de Estado? Obviamente no tengo respuesta a ninguna de estas preguntas, pero sería interesante investigar y entender.

Diría que hoy, quizás más que en cualquier otro periodo de la historia moderna de nuestro país, es más relevante el análisis desde las miradas materialistas que hace 40 años empleó Quintero Rivera. Hoy nos planteamos la debacle material de miles de familias puertorriqueñas que no tienen un lugar, los agricultores carecen de acceso a la tierra, las familias puertorriqueñas se endeudan para poder ofrecerle a sus hijos educación primaria y secundaria. Hoy que miles de familias no tienen cubiertas las necesidades de acceso a servicios de salud mental y general. Hoy es clara la necesidad de un análisis materialista y desde la economía política ante la debacle de un esquema privatizador de todos los servicios esenciales. Hoy la materialidad de esa mitología que quiere desmitificar Quintero Rivera, es evidente por la carencia material que produjo ese modelo, que como bien señala el autor, no cuestionó las bases económicas de acumulación, las formas que asumió en la práctica la propiedad privada, no fue capaz de prevenir la especulación, no atendió los verdaderos cimientos para promover una justicia social. Al final, Quintero se pregunta si esa clase logró su cometido de clase y su respuesta parece ser en la negativa. Yo no estoy tan segura. Lo que sí estoy segura es que esa clase social que sí logro establecerse, hoy mira la ruinas de sus instituciones, una de ellas, quizás la más emblemática, la Universidad de Puerto Rico. Cómo llenará esa clase el vacío no se. Cómo llenaremos el vacío que nos deja a todos esa quiebra institucional, que aún con todos sus desperfectos sin duda tuvo logros y produjo cierta movilidad social, es una pregunta que para mí es de primer orden.

El análisis que hace Quintero Rivera en Bases Sociales nos sirve como referente acaso para encontrar similitudes, continuidades o quizás para encontrar metodologías para analizar y entender. Entender, entender, entender desde la intersección de clase con otros parámetros sí, pero no en exclusión de esta, diría yo, es indispensable para poder imaginar un mejor futuro. Gracias Chuco.

8 de diciembre de 2022

Fundación Luis Muñoz Marín

Trujillo Alto, P.R.

Referencias:

Butler, Patrick. “Most Britons Regard Themselves as Working Class, Survey Finds.” The Guardian, June 29, 2016, sec. Society. https://www.theguardian.com/society/2016/jun/29/most-brits-regard-themselves-as-working-class-survey-finds.

Catala Oliveras, Francisco A. Promesa Rota. Una mirada institucionalista a partir de Tugwell. San Juan, Puerto Rico: Ediciones Callejón, 2013.

Mouffe, Chantal. El Retorno de Lo Politico. 3ra edición. London; New York: Ediciones Paidós Iberica, 1999.

Nazario Velasco, Rubén. El Paisaje y El Poder: La Tierra En El Tiempo de Luis Muñoz Marín. San Juan, P.R.: Ediciones Callejón, 2014.

Quintero Rivera, A. G. Bases Sociales de La Transformación Ideológica Del PPD En La Década de 1949-50. Economía Política En La Primera Mitad Del Siglo XX. San Juan, P.R.: Ediciones Callejón, 2022.

Tumin, Melvin, and Arnold Felman. Social Class and Social Change in Puerto Rico. Second edition. Princeton: Social Science Research Center Study, College of Social Sciences, University of Puerto Rico.  Princeton University Press, 1971.

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[1] Patrick Butler y Patrick Butler Social policy editor, «Most Britons Regard Themselves as Working Class, Survey Finds», The Guardian, 29 de junio de 2016, sec. Society, https://www.theguardian.com/society/2016/jun/29/most-brits-regard-themselves-as-working-class-survey-finds.

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