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Carlos Esteban Cana-Rivera: Taller Literario…

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Un sueño literario

Un sueño lietario

Hoy soñé con Taller Literario, la revista de escritura creativa que dirigimos, con la ayuda de un excelente grupo de colaboradores (que con el paso del tiempo se convirtieron en preciadas amistades, lo que permitió que trascendiera entonces como colectivo), principalmente durante los noventa hasta más o menos, algo antes o algo después, del 2008 con la publicación de la antología Los rostros de la Hidra (compilador Julio César Pol con la colaboración de Nicole Delgado, Loretta Collins y este servidor, Isla Negra Editores 2008). Aunque ya contemplando la experiencia a la distancia reconozco que los años previos en la revista Senderos, primero como colaborador en 1988 gracias a la invitación del escritor Angelo Negrón y luego como director en 1989 hasta 1991 (y lo que representó para mi formación como lector la revista Selecciones del Reader’s Digest) fueron la base a nivel municipal o regional de lo que sería Taller Literario a nivel del Archipiélago Borincano ( también de la tónica de colaboración y no competencia que nos diferenció de otros gestores y colectivos de publicaciones periódicas). Ya después abonaría a otras experiencias como la que tuve como coordinador de revistas en el Instituto de Cultura Puertorriqueña o como editor del boletín cibernético de periodismo cultural “En las letras, desde Puerto Rico” a partir del 2006 hasta el presente con mayor o menor intensidad. Lo cierto es que me desperté del sueño, en la que estábamos recogiendo ejemplares dispersos en tiendas y librerías, con la sensación de lo feliz que fui durante esa etapa de Taller Literario en la que seleccionábamos cuentos y poesías, pasábamos a computadora las piezas literarias elegidas en la Escuela de Comunicación Pública (COPU) y la Biblioteca Lázaro en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, intercambiábamos con colegas de otras revistas como con Camilo Santiago de Cundiamor o con gestores como Mairym Cruz Bernal del colectivo Puertas que tenía su reunión en la librería Casa Papyrus en el Viejo San Juan o con editores jóvenes como Carlos Roberto Gómez Beras de la Editorial Isla Negra o escritores ya reconocidos que impartían sus sesiones de escritura creativa como Luis López Nieves. Y también de grato recuerdo era distribuir en mi auto la revista a lo largo y ancho de las librerías que existían en aquel entonces, como Thekes, en Puerto Rico. Una tarea en la que durante años nos ayudaron Juan Carlos Fret-Alvira, Rodrigo López Chávez, Joel Villanueva Reyes (+), Amílcar Cintrón Aguilú, Antonio Aguado Charneco (+), Nilda Soto Méndez, Adamaris Zambrana, Yarelis Torres, Ada Helda Ramírez (+), Ivonne Petrovich, Melvín Villabol y Roger Dondis (con los cómics) y Luis Ángel Pérez. También fueron mentores durante esos años D. Manuel de la Puebla, Eric Landrón y Edgardo Sanabria Santaliz. Agradezco que revistas y colectivos que emergieron después en el panorama literario boricua como El Sótano 00931 y Zurde reconocieran la importancia que tuvo Taller Literiario (incluso la fase inicial de apertura y diversidad que motivó la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad del Sagrado Corazón) a la hora de emprender sus respectivos proyectos editoriales. Sí, ejerciendo tales tareas de servicio cultural generadas por nuestra revista y colectivo fui más que feliz.

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