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Centro Cultural Puertorriqueño de Chicago: 50 años como modelo de resistencia

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La histórica entidad continúa forjando instituciones paralelas en respuesta a la discriminación sistémica contra las minorías

José López Rivera, director ejecutivo del Centro Cultural Puertorriqueño de Chicago. (Daniel Delgado)

sábado, 11 de marzo de 2023 – 11:40 p.m.

Por José A. Delgado El Nuevo Día

Washington D.C..- Cincuenta años después de su fundación, el liderato del Centro Cultural Puertorriqueño de Chicago sigue abrazado a la determinación de la comunidad de establecer instituciones paralelas como modo de supervivencia y respuesta a la discriminación sistémica.

Su historia ha sido un modelo de resistencia, con la meta de promover la “autodeterminación, autosuficiencia y autogestión”.

“Surge como un fenómeno que se estaba dando ya en Latinoamérica: instituciones creadas por la comunidad para dedicarse a sus necesidades”, indicó el profesor José López Rivera, director ejecutivo del Centro y uno de sus fundadores.

El Centro, cuyo nombre honra la memoria del líder y poeta nacionalista Juan Antonio Corretjer, se creó oficialmente en 1973. El movimiento que germinó en su fundación cobró vuelo a partir del 12 de junio de 1966, con un incidente en particular: la muerte a tiros del puertorriqueño Aracelis Cruz, en la misma histórica calle Division, a manos de la Policía, durante el fin de semana del primer Desfile Puertorriqueño de Chicago.

En Humboldt Park, Chicago, reside una gran comunidad de boricua. (Daniel Delgado)

La Policía alegó que Cruz, de 20 años, sacó un arma. En aquel momento, otros disputaron ese relato. Cruz fue dejado desangrándose en la calle.

El incidente desató una rebelión social –y una represión policial– en la zona del parque Humboldt que marcó para siempre a la comunidad puertorriqueña de Chicago, una ciudad en la que viven en este momento cerca de 100,000 boricuas.

“Fue el levantamiento más significativo de las comunidades puertorriqueñas en los Estados Unidos en los años de 1960 y 1970″, dijo López Rivera, quien presenció los sucesos cuando tenía 16 años.

López Rivera recuerda que ese mismo día, su hermano, el ahora exprisionero político Oscar López Rivera, telefoneó a la familia, desde Vietnam, a donde fue movilizado como parte del Ejército estadounidense. Seis meses después, a su regreso a Chicago, Oscar se dedicó a organizar la comunidad.

Aunque es recordado recientemente por haber sido el prisionero político puertorriqueño que más tiempo ha pasado en cárceles estadounidenses –casi 36 años, 12 de los cuales cumplió en solitario, debido a su vinculación con la organización clandestina Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN)– en Chicago, Oscar López Rivera fue figura central en los movimientos dedicados a impulsar un mejor acceso a la educación, a la vivienda y a puestos de trabajo.

Lo que ocurría en el barrio de Humboldt Park no era distinto a la realidad de la zona Lincoln Park, donde el grupo los Young Lords –que nació en Chicago– encabezó las luchas en contra de la gentrificación, la discriminación y a favor de la independencia de Puerto Rico.

Hubo un despertar colectivo

López Rivera –por décadas profesor universitario sobre Historia de Latinoamérica– sostuvo que, con la influencia de los movimientos que tenían lugar en América Latina y la obra de Paulo Freire sobre la “Teología de la Liberación”, la atención se puso en la educación.

Se fundó, primero, la escuela secundaria, que ahora lleva el nombre del líder nacionalista Pedro Albizu Campos, que se ha dedicado a atender a jóvenes que quedan fuera del sistema tradicional.

Un estudio del profesor universitario Isidro Lucas, con el cual José López Rivera colaboró cuando era estudiante, reflejó que el 72.9% de los estudiantes puertorriqueños de la escuela pública de Chicago terminaban en la deserción escolar.

“Eran empujados fuera de las escuelas, porque no entendían las dinámicas de nuestros jóvenes ni se dirigían recursos hacia nuestra realidad”, sostuvo.

La escuela Pedro Albizu Campos, que otorga el certificado de graduación de secundaria, está integrada al sistema de educación de la ciudad.

“Al mismo tiempo, nos dimos cuenta de que había que desarrollar un trabajo de concientización”, indicó López Rivera, al resaltar el acercamiento que se dio en favor de la liberación de los prisioneros nacionalistas y la relación cercana que se forjó con Rafael Cancel Miranda, quien era, del grupo, el que estaba en una cárcel de Illinois cercana a Chicago, en la localidad de Marion. Hasta su excarcelación en septiembre de 1979, la escuela del barrio llevó el nombre de Cancel Miranda.

Los reclamos de acceso a la educación fueron llevados a las universidades.

Treinta y ocho estudiantes y activistas, incluidos Oscar López Rivera y Carlos Alberto Torres –quien cumplió 30 años de cárcel tras ser vinculado con las FALN–, tomaron la oficina del rector de la Universidad del Este de Illinois.

En 1973, además, se creó el primer Centro de Estudios Latinoamericanos, en la Universidad de Illinois. Luego, se creó un programa –conocido como LARES– para reclutar estudiantes latinoamericanos.

Hoy, el Centro tiene en marcha 20 iniciativas, incluidos programas de salud, vivienda, de apoyo a la comunidad LGBTQ+, asistencia alimentaria, agricultura urbana, entrenamiento físico y un mercado.

En el eje de todo, ha estado también el Museo de Arte y Cultura Puertorriqueña, así como la publicación bilingüe “La voz del Paseo Boricua”.

López Rivera sostuvo que “en ningún otro sitio en Estados Unidos se va a encontrar un museo puertorriqueño reconocido por el estado y que recibe fondos estales, lo que garantiza su sobrevivencia”.

“En el corazón de la comunidad”

“El Centro Cultural Puertorriqueño siempre ha estado en el corazón de la comunidad puertorriqueña. Es, probablemente, una de las pocas organizaciones que no solo brindan servicios a la comunidad, sino que piensan en los servicios que necesita el puertorriqueño residente en Chicago”, indicó Michelle Morales, presidenta de la organización Woods Fund Chicago, quien fue maestra de la escuela Pedro Albizu Campos, integrante de la Junta de Directores del Centro y estuvo activa en el movimiento a favor de la excarcelación de los presos políticos.

Desde 1988, tienen en marcha un programa de asistencia a los pacientes del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), bajo el nombre de VIDA-SIDA, que es uno de los más antiguos en una comunidad latina en Estados Unidos y ha querido, explicó López Rivera, “ayudarlos a vivir con dignidad y honra”.

La agenda de salud incluye un programa dirigido a informar y vacunar a la comunidad contra el COVID-19, y a llevar servicios ambulantes. También, proveen servicios de salud mental.

Una iniciativa reciente es un edificio adquirido en la misma calle Division que va a proveer vivienda y un taller de trabajo a artistas. En la parte de abajo del edificio, además, la Compañía de Teatro Urbano (UTC, en inglés) tendrá una sala para 100 personas, con barra y comedor.

El edificio incorpora elementos de las arquitecturas del Viejo San Juan y la ciudad de Chicago. “Queremos ayudar a los artistas a sobrevivir y desarrollarse”, indicó López Rivera.

Morales, por su parte, sostuvo que “las comunidades de minorías que han podido hacer frente a la gentrificación, es porque tienen instituciones sólidas ancladas en la comunidad”, y parte de eso es la adquisición de propiedades.

Junto a las causas políticas que el Centro Cultural Puertorriqueño ha defendido –incluido el proyecto de status 2070 que presentaron en la pasada sesión del Congreso las congresistas demócratas boricuas Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio Cortez en favor de una Convención de Status y un referéndum de alternativas no territoriales–, su liderato ha estado cercano a los esfuerzos para que la comunidad tenga peso político en la ciudad y el estado.

Desde que Luis Gutiérrez ganó un escaño en 1986, el distrito ha estado representado en el Concejo Municipal por activistas puertorriqueños.

A Gutiérrez, le siguieron Billy Ocasio, Roberto Maldonado y, a partir del 14 de mayo, asumirá el puesto la recién electa concejal Jessica Fuentes, quien será la primera latina en ocupar ese curul y la primera latina lesbiana en el Concejo Municipal. Fuentes ha sido la directora de Política Pública y Asuntos de la Juventud del Centro Cultural.

Gutiérrez, a su vez, representó el distrito en el Congreso desde enero de 1993 hasta diciembre de 2018, siendo sustituido por otro aliado de la comunidad boricua, Jesús “Chuy” García, nacido en México y cuya esposa es puertorriqueña.

Desde enero, tras la redistribución electoral, el distrito congresional está en manos de Delia Ramírez, de origen guatemalteco y también cercana a los líderes del Centro Cultural.

Las victorias recientes de la comunidad incluyen la designación por ley estatal del “Distrito del pueblo de Puerto Rico”, que se debe oficializar este año y persigue generar herramientas para evitar el desplazamiento de sus residentes, promover el desarrollo económico y, según ha dicho la senadora estatal Cristina Pacione-Zayas, de origen boricua, “reflejar con orgullo la identidad, las contribuciones y la historia de la gente que ha ayudado a construirlas”.

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