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Diálogo de la izquierda radical III

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Parafraseando a Marx, no se trata de describir el mundo sino de cambiarlo, no se trata de hacer teoría por la teoría misma, sino de mantener una relación estrecha entre teoría y práctica, que la construcción teórica parta de la vida misma y sus luchas o como diría Freire, no es solo mencionar el mundo sino asumir la praxis.

Federico Cintrón Fiallo Nueva Pensamiento Crítico (revista, edición febrero 2023)

Parafraseando a Marx, no se trata de describir el mundo sino de cambiarlo, no se trata de hacer teoría por la teoría misma, sino de mantener una relación estrecha entre teoría y práctica, que la construcción teórica parta de la vida misma y sus luchas o como diría Freire, no es solo mencionar el mundo sino asumir la praxis.

En un diálogo franco y abierto que sostengo con un compañero, este planteó, como preocupación y pregunta para analizar, más que para contestar, cuál era el estado actual de la lucha contra Luma y la privatización del servicio de energía eléctrica. Me parece muy pertinente para ampliar el análisis sobre cómo llegamos al estado actual, qué tenemos, cuáles son las posibilidades y cómo enfrentar el problema. Sobre todo, si queremos respondernos qué debemos hacer sin repetir errores del pasado.

Para un análisis provechoso deberíamos comenzar por comprender que el contexto del problema, su fuente, es la política neoliberal y el actual nivel de desarrollo del capitalismo. Esta no es una verdad de Perogrullo, es una condición que define y determina el carácter de la lucha contra Luma, que en realidad es luchar contra la privatización, esencia del neoliberalismo. Es decir, estamos luchando contra el sistema mismo. Esta no es una lucha por lograr una reforma. Se trata de detener la política neoliberal. Va más allá de la lucha por condiciones de empleo de un sector obrero en particular y su sindicato. Las gestiones que se hicieron desde un principio por lograr aglutinar sindicatos, organizaciones comunitarias y movimientos y partidos políticos, algunos lo vieron como solidaridad con la UTIER, pero otros lo comprendieron como una necesidad de unificar fuerzas y lograr movilización capaz de enfrentar el reto. Sin embargo, esa unidad en la acción, tan necesaria, no se logró. No voy a entrar en las prácticas específicas que no permitieron coagular fuerzas y nos han llevado a la defensiva y la derrota en este y los casos anteriores: el sistema de salud, la telefónica, el aeropuerto, las autopistas y el peaje, los muelles de turismo, entre las más destacadas, sin mencionar las que están en camino, como la generación de la energía eléctrica y la existencia misma de las APP.

Un análisis en conjunto, que busque sacar enseñanzas de las experiencias de este recorrido, debe ver críticamente lo que se ha hecho hasta el presente buscando contestarnos qué hicimos, qué fue adecuado, erróneo o faltó por hacer. Tanto desde la perspectiva del discurso, la voluntad política de los diferentes grupos, como de las tácticas de lucha. Yo me preguntaría: ¿Los sectores de izquierda teníamos la capacidad de trascender el reclamo sindical y detener la política neoliberal? ¿Era necesario trascenderlo? ¿Si no tenemos la capacidad, cómo la logramos? ¿El sindicalismo, incluida la UTIER, confundió la perspectiva de lucha, contenido del discurso y tácticas de movilización, por centrarse en lo laboral, en las relaciones obrero patronales, en la existencia misma del sindicato, en defender el carácter de la AEE y solo criticar su administración? ¿Ha dependido demasiado la izquierda en los sindicatos para una lucha que los supera y que no es exclusiva de consecuencias laborales y sindicales? Estas preguntas las dejo sin contestación. No solo creo que no tengo las respuestas ni se puedan contestar en un artículo. Requieren una amplia y profunda discusión a desarrollarse en un grupo de estudio constituido por compañeros provenientes de diferentes sectores dentro de la izquierda, incluyendo sindicales. No para discutir las posiciones partidistas y de los sindicatos, sino para pensar de verdad. Para escuchar los diferentes puntos de vista sin ataduras sectarias y con actitud autocrítica.

Sí quiero apuntar, que un factor importante en traernos al estado actual ha sido la debilidad organizativa de la izquierda y el sectarismo entre sus grupos y entre los sindicatos. También ha incidido el discurso ambivalente de la UTIER sobre la energía renovable y cómo abordar ese reclamo, vital para nuestro pueblo y la humanidad, para evitar la actual salida de salvación individual mediante empresas privadas y asumirla como solución colectiva y de servicio público con la transformación de la AEE. Transformación no solo en los aspectos de administración, mantenimiento y eficiencia de la generación y distribución, sino en ser la líder y el medio para la transformación en la generación energética con fuentes renovables.

En la actualidad parecen ser las gestiones legales: demandas por el mal servicio, reclamos por fiscalización, enmiendas al contrato, sustitución de Luma por otra empresa, lo que cobra vigencia y no aparecen otras salidas. De hecho, la oposición a la privatización y revertir al servicio público lo privatizado ha desaparecido. La privatización ya se asume y la oposición es a la empresa y a ciertas cláusulas del contrato.

Debemos preguntarnos, ¿cómo revertimos el pobre estado actual de la lucha política anti sistema? ¿Qué hemos aprendido de nuestra experiencia de lucha, por lo menos, de las últimas décadas? ¿Somos capaces de autoanalizarnos críticamente? ¿Cómo logramos encausar a todos los Sujetos (sectores, clases) revolucionarios hacia unas tácticas y estrategia anti el sistema colonial-capitalista? ¿Sobre qué bases articulamos un discurso y una acción revolucionaria, además, para enfrentar el reformismo de administración de la colonia? ¿Cómo articulamos el discurso independentista con la lucha contra el capitalismo? Aclaro, lo aquí preguntado va más allá de los debates históricos entre elecciones o abstención electoral, partido o frente o unidad de la izquierda o unidad de los movimientos sectoriales o alianzas amplias. De lo que se trata es de pensar cómo crear la base popular que lleve a un poder contrahegemónico. Partiendo del concepto gramsciano de la complejidad del poder que abarca lo ideológico, lo cultural, lo económico, lo estructural institucional, lo político y lo jurídico.

Sin embargo, sería una miopía política no reconocer y subestimar la abundante lucha que se da en el Puerto Rico actual. Al no ver un partido político dirigente, con una clara definición ideológica socialista, claramente independentista, aglutinador de las variadas luchas sociales, nos sentimos frustrados y pesimistas. Añoramos el pasado del MPI, el PSP, el MOU, las organizaciones clandestinas (CAL, Macheteros, FARP, FALN, OVRP), la anterior fortaleza de la UTIER, la UGT, la Federación de Maestros y otros sindicatos. Miramos, no con esperanzas sino con tristeza, cuando comparamos nuestra lucha con las actuales conquistas de las izquierdas en América Latina.

Después del golpe y caos ideológico de los 90 con la caída del “campo socialista”, y el discurso del fin de la historia y el triunfo del capitalismo, entrando los 2000, con el triunfo parcial en Vieques, Puerto Rico revivió las luchas por los conflictos sociales y políticos, reviviendo la lucha ideológica. Reconozcamos que el panorama de la lucha política desde los 60 a los 80 tuvo como sujetos protagónicos la independencia y el sindicalismo. Aunque estuvieron presente las otras luchas sectoriales —GBTQ+, feminismo, racismo, xenofobia, ambiental, soberanía alimentaria, educación pública, etc.—, no tuvieron la abundancia ni la calidad actuales. Junto al fuerte resurgimiento en calidad y variedad táctica y organizativa de esas luchas sociales vemos la precariedad de la lucha sindical, tanto por los golpes recibidos como por sus políticas erróneas; la ausencia de una organización política fuerte en la izquierda; el fortalecimiento del anexionismo; el surgimiento con fuerza de la ultraderecha fundamentalista; el debilitamiento del PPD como representante del centro derecha y el ELA; y el surgimiento de grupos y partidos tratando de ocupar su lugar echando a un lado el discurso sobre el estatus político y presentándose como sanos administradores de la colonia.

Nuestro panorama es complejo y como tal debemos analizarlo. Empecemos por no ver cada lucha —Luma, sindicalismo, reclamos sectoriales, etc.— como luchas separadas en las que en sí mismas se encuentran los factores que las pueden llevar al triunfo o la derrota. Tampoco nos encasillemos en que no se puedan obtener conquistas parciales y tengamos que esperar a la revolución para el logro de mejoras sociales. En lo táctico el balance es difícil de lograr y no existen fórmulas universales para enfrentar el reto. Pero lo que sí me parece fundamental es tener siempre presente el carácter anti sistema que tiene cada lucha y la necesidad de organizar un trabajo paralelo y permanente que tenga consciencia del carácter de largo plazo que implica la transformación ideológica contrahegemónica y que busque el poder anti colonial y anti capitalista. Que no busque el discurso acomodado al sentido común, sino que constituya un discurso que no busca el éxito a corto plazo y mediatizado, sino una base popular anti sistema. Debemos mantener paralelamente el discurso de la izquierda radical, contra el sistema colonial-capitalista-patriarcal, por la independencia y el socialismo, junto a la unidad en la acción con variados grupos, partidos y sectores sociales, apoyando luchas particulares y conquistando reformas parciales.

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