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Diálogo de la izquierda radical V

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Los llamados escritos de juventud de Carlos Marx, principalmente los Manuscritos económicos filosóficos de 1844, han sido trabajados de muchas formas y polémicas diferentes. Para algunos son eso, escritos de juventud que no representan al Marx maduro, notas de estudio que no reflejan la transición de la filosofía a la economía, no es todavía marxismo, el caso de Althusser

Federico Cintrón Fiallo Tomado de la edición número 14 de septiembre de 2023 de la revista Nueva Pensamiento Crítico.

Los llamados escritos de juventud de Carlos Marx, principalmente los Manuscritos económicos filosóficos de 1844, han sido trabajados de muchas formas y polémicas diferentes. Para algunos son eso, escritos de juventud que no representan al Marx maduro, notas de estudio que no reflejan la transición de la filosofía a la economía, no es todavía marxismo, el caso de Althusser. Incluso se puede considerar feurbachiano, como lo podría demostrar la carta de Marx a Ludwig Feuerbach del 11 de agosto de 1844 en la que le manifiesta:

[…]me es grato aprovechar la ocasión para expresarle la alta estimación y -si me permite la palabra- el amor que siento por usted. Su Filosofía del futuro y su Esencia de la fe son, desde luego, a pesar de su volumen reducido, obras de mayor peso que toda la literatura alemana actual junta.

En estas obras ha dado usted -no sé si deliberadamente- una fundamentación filosófica al socialismo, y los comunistas han interpretado así estos trabajos desde el primer momento. El concebir la unidad del hombre con el hombre, basada en las diferencias reales entre ellos, y el bajar el concepto del género humano del cielo de la abstracción para situarlo en la tierra real, ¿qué es todo eso más que el concepto de la sociedad? (Marx 1982, 679)

Para otros, constituyen trabajos valiosos que sirvieron de base para sus escritos posteriores sobre la crítica a la economía política; que demuestran las bases filosóficas de la crítica de la economía, el caso de Marcuse. Otros incluso llegan a afirmar que Marx demuestra un humanismo radical. El campo entre los que subestiman los Manuscritos y los que lo sobreestiman es amplio y político, y se pueden encontrar argumentos de muchos tipos. También los hay que plantean posturas intermedias y lo presentan como un pensamiento existencialista[1]. Yo me identifico con los que consideran erróneo poner fecha al surgimiento del marxismo, de la concepción del materialismo dialéctico o del histórico. Marx manifestó que él no era marxista y con ello nos indicó que no debía tomarse sus escritos como un dogma, sino como el desarrollo de teorías que se alimentaban de teorías, experiencias políticas y económicas, y de datos científicos, en el devenir histórico de la sociedad y la naturaleza. Los escritos de juventud de Marx constituyen parte del proceso de estudio de la economía, la filosofía, la política y las revoluciones de su época. Como tales contienen aciertos y desaciertos. Demuestran en Marx su motivación para estudiar la economía política y, sobre todo, una profunda preocupación por la condición del obrero, ya no solo como clase, sino también como persona. Los temas tratados en esos escritos son los mismos temas tratados en sus escritos posteriores catalogados de obras adultas. En algunos el término usado cambia y se tratan con mayor profundidad o desde otras perspectivas. Pero en estos trabajos, incluyendo los Grundrisse, resalta la importancia que Marx daba a lo cualitativo y nos ayuda a comprender la autocrítica de Engels (Ver Nota 6 de este escrito: Carta a José Bloch. 21-22 de septiembre de 1890) sobre el determinismo económico y la subestimación de la interacción de la superestructura con este, que ellos mismos contribuyeron a formar en sus seguidores. Para el tema de este trabajo, la alienación, los Manuscritos económicos filosóficos de 1844, los Cuadernos de París de 1844 y los Grundrisse o Elementos fundamentales para la crítica de la economía política de 1957-1858, son fundamentales y ayudan a comprender el desarrollo del pensamiento marxista.

 Los Cuadernos de París son notas de Marx (1980) a las lecturas de economistas y filósofos que influyeron en la conceptuación de la economía política del capitalismo y la propiedad privada. Igual que en los Manuscritos económicos y filosóficos, ambos de 1844, está reaccionando, entre otros a James Mill, David Ricardo y Adam Smith. No está claro cuál de los dos se escribió primero o si se trabajaron al mismo tiempo o si los Cuadernos fueron el estudio preliminar en que se basan los Manuscritos. Puedo asumir lo que especula Adolfo Sánchez Vázquez (1980) en su Estudio previo a los Cuadernos que, por el estilo, los temas tratados y el desarrollo posterior de estos, los Cuadernos constituyeron la base de los Manuscritos. Sin embargo, los Cuadernos tienen unas características que lo hace importante para comprender, incluso ampliar, algunos de los aspectos que se trataron en los Manuscritos como resumen o conclusiones, dando por supuestos conceptos tratados con más detenimiento en el primero. En él, Marx dedica atención a la relación y efecto cualitativo de la enajenación con el placer, la necesidad y la espiritualidad (Marx, 1980,144, 145), así como a la relación individuo sociedad, hombre genérico y el individuo, necesidad social y necesidad natural o vital.

Alienación/enajenación, fetichismo, ideología, hegemonía y poder, son constructos que han sido discutidos desde diferentes perspectivas: políticas, filosóficas, sociológicas, pedagógicas y económicas. En este ensayo conjugaremos varias perspectivas de análisis considerando el origen y evolución marxista de ellos, cómo se relacionan entre sí y la importancia de comprenderlos en su interrelación para la lucha y la teoría revolucionaria. Aunque también en la psicología se utiliza, principalmente, alienación/enajenación, no profundizaremos en esta perspectiva, aunque se harán algunas referencias al campo.

Dilucidaremos el concepto alienación/enajenación partiendo de Marx, aunque, no es por él que se origina. Hegel y Feuerbach lo habían utilizado. El primero, partiendo de su visión idealista de que el ser humano, la naturaleza y el mundo son reflejo de la idea, del espíritu. Es la enajenación del ser humano con el espíritu, al cual refleja y cuyo reflejo se constituye en ideal a imitar, pero que, como reflejo, no es el espíritu mismo. El segundo, partiendo de su enfoque materialista lo vincula a la religión indicando que Dios es el reflejo del ser humano, que este es la causa de Dios. Pero Marx, igual que lo hace con la dialéctica hegeliana, toma el concepto partiendo de ambos, es decir, acepta el concepto de enajenación como separación del ser humano de otras cosas, pero lo libra del idealismo y la subjetividad de la filosofía alemana de la época y le imparte la perspectiva materialista que le caracteriza, centrada en la economía y en el ser humano como ser social.

Marx no se conforma con situar la enajenación en el pensar humano, como Feuerbach, sino que se pregunta por qué, dónde reside la causa de esa enajenación. Su contestación es que ella se encuentra, no en el razonar, sino en las relaciones de producción, en la economía, tanto por el carácter del trabajo como necesidad para la vida, como por la relación con el producto de ese trabajo como mercancía. La alienación/enajenación no será un proceso mental relacionado al “espíritu”, a la idea o a Dios, sino una ocurrencia anclada en la vida misma del ser humano en el capitalismo, específicamente del trabajador, como individuo y como clase; partirá del proceso de producción, de las relaciones sociales, de la relación entre trabajo, vida y mercancía. La enajenación es una variable económica, que tiene causa en la división del trabajo según se manifiesta en las relaciones de producción capitalista. Es una variable que nos permite explicar y comprender la economía en su trascendencia política, sociológica y psicológica. La enajenación nos habla de una relación que explica cómo el producto del trabajo queda separado del trabajador, cambia el carácter social del producto y tiene consecuencias en la vida misma del trabajador, tanto como individuo, como clase, que como ser social. Tanto en su visión de mundo, en su vida material y en sus relaciones sociales.

Sin embargo, Marx, aunque lo ata a la economía como variable del análisis de las relaciones sociales y como característica descriptiva de la economía política del capitalismo, no se desprende de un acercamiento filosófico y humanista[2] en sus escritos de juventud. Filosófico en la medida que constituye una categoría sustancial, esencial, para la comprensión del carácter del trabajo, la mercancía, las relaciones de producción y, desde un acercamiento más abarcador, de las relaciones humanas; pero no como universal, sino como categoría histórica. Incluso para la comprensión de las características de los seres humanos bajo el capitalismo en sus dimensiones de individuo, ser social y ser natural, o sea, en su relación consigo mismo, con el OTRO y con la naturaleza.

En los escritos de Marx, el ser humano es histórico, contextual y no hay una esencia universal, ajena a su época, su sociedad, su modo de vida y al modo de producción de la sociedad (sistema económico). En términos generales, Marx se separa del análisis filosófico ontológico del ser humano, de la historia, la sociedad, la economía y la política. Partiendo de su concepción materialista de la dialéctica y de la historia no busca esencia ni en el ser humano ni en la sociedad. Para él, lo único permanente y universal es el cambio, el movimiento, la contradicción interna y externa, la coexistencia de la negación y la afirmación, o dicho filosóficamente, del ser y el no ser en relaciones reales y puntuales con la naturaleza, la sociedad, la economía y otros individuos. Relaciones interrelacionadas, complejas, multifacéticas y desbalanceadas[3]. En la tercera Tesis sobre Feuerbach Marx puntualiza este tipo de relación compleja, el rol activo del ser humano en la transformación de sus circunstancias, su función en la interrelación. Más aun, y relacionado con el concepto de enajenación que nos ocupa, destaca la importancia de la educación en la transformación del obrero y sus circunstancias; aspecto fundamental que desmonta el estructuralismo de Althusser y de los manuales de la URSS. Aspecto, la educación, que en Gramsci (lucha ideológica, contrahegemonía, consejos de fábrica), Fanon (Piel negra, máscaras blancas) y Freire (educación popular); y en los propios Marx y Engels al conceptualizar la superación de la enajenación como un proceso que lleva de la toma de consciencia de clase en sí a la consciencia de clase para sí.

3. La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. conduce, pues, forzosamente, a la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así, por ejemplo, en Roberto Owen).

La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria. (Tesis sobre Feurbach. (Engels y Marx, 2006, 57-58))

En el apartado, La verdad inhumana de la economía política, en los Cuadernos de París (Marx, 1980) hay un párrafo que me recuerda las políticas neoliberales y, concretamente, las de la Junta de Control Fiscal en Puerto Rico en sus determinaciones sobre el presupuesto de la colonia, que se hacen sin considerar al ser humano, sino únicamente el ingreso neto, la ganancia, la renta, para pagarle a los bonistas con una visión contable de pura relación de gasto y ganancia, con total despreocupación del “interés nacional”, de los jubilados, de la universidad, de las condiciones de empleo del trabajador:

Resulta así: 1] que la economía política no se preocupa en absoluto del interés nacional, del hombre, sino únicamente del ingreso neto, de la ganancia, de la renta, y que éstos aparecen como el fin último de la nación; 2] que la vida de un hombre no tiene en sí ningún valor; 3] que el valor de la clase obrera se reduce exclusivamente a los costos de producción necesarios y que los obreros sólo existen para el ingreso neto, es decir, para la ganancia de los capitalistas y la renta del terrateniente. Ellos son y deben ser máquinas de trabajo en las que sólo se gastan los medios que son indispensables para mantenerlas en funcionamiento. Poco importa si el número de estas máquinas de trabajo es mayor o menor, siempre que el producto neto permanezca constante. (118)

En este párrafo, Marx deja clara la diferencia entre la economía política de aquel entonces, pero igual que la del presente, y su visión de una economía centrada en el ser humano como individuo y como ser social, que promueva el desarrollo integral de éste, su vida social, su potencial creativo, su felicidad en relaciones humanas no mediadas por el comercio. Marx concluye, comparando los planteamientos de David Ricardo con los de Jean Charles Leonard Simonde de Sismondi y Jean-Baptiste Say, “que lo humano se halla fuera de la economía política y lo inhumano dentro de ella” (119), aunque deja pendiente el combatir las reflexiones políticas y sentimentales de ellos (119)[4].

Marx (1980), en el apartado, El dinero, actividad mediadora enajenada, parte del concepto de James Mill de que el dinero es el “intermediario del intercambio” y abunda en él. El dinero, no solo enajena la propiedad, sino la actividad mediadora en cuanto relaciones humanas:

“—el movimiento o acto humano, social, mediante el cual los productos del hombre se complementan unos a otros— se encuentra enajenada en él y convertida en atributo suyo, como atributo de una de una cosa material, exterior al hombre. Por cuanto el hombre renuncia aquí a esta actividad mediadora esencial, los actos que realiza son los de un hombre que se ha perdido a sí mismo, de un hombre deshumanizado. (126, Itálicas en el original.)

El factor cualitativo, más allá de la economía, es planteado por Marx al cosificar los atributos del hombre en el dinero. Y va más allá. El intercambio, que debería ser entre humanos, que es un acto social donde los seres humanos se complementan en el intercambio de bienes útiles deja de ser un acto social para convertirse en un acto competitivo de intercambio de propiedad privada. El propietario del producto que necesito no es mi complemento social, sino a quien debo enajenar su posesión; la sociedad, así, se divide, no solo en división de trabajo, sino división de propietarios enajenados, es una caricatura de la enajenación, es una manifestación de OTRO distinto a mí.

El hombre mismo debería ser el mediador para los hombres, pero, en lugar de ello, a causa de este mediador ajeno, el hombre contempla su voluntad, su actividad, su relación con los otros hombres como [si fueran] un poder independiente de él y de los otros. Su esclavitud llega así al colmo. …el mediador es el poder real sobre aquello con lo que me pone en relación, […] Su culto se vuelve un fin en sí. […] Todos los atributos que en la producción corresponden a la actividad genérica del hombre pasan a ser atributos de este mediador. Así, pues, en la medida en que este mediador se enriquece, el hombre se empobrece como hombre (es decir, como hombre separado de este mediador). (126-128)

En el apartado de los Cuadernos donde analiza el sistema crediticio, Marx nuevamente introduce, junto a las consideraciones económicas, el factor cualitativo y su preocupación por el ser humano, tanto como ser social que como individuo. Los factores económicos relacionados a lo utilitario, a la relación social de intercambio comercial, del ser genérico, dan paso a la individualidad y lo cualitativo cultural, la moral. Marx concluye que mediante el sistema crediticio y los bancos:

La individualidad humana, la moral humana se ha vuelto, por un lado, un artículo de comercio y, por otro, el material en el que existe el dinero. La materia, el cuerpo del espíritu del dinero no es ya el dinero, o sus representantes en papel, sino mi propia existencia personal, mi carne y mi sangre, mi virtud y mi valía sociales. Carne y corazón humanos son la moneda en que el crédito calcula sus valores. A tal punto toda inconsecuencia y todo progreso que tiene lugar dentro de un sistema falso [en referencia al crédito y los bancos] son la máxima consecuencia de la abyección y el máximo retroceso. (134, Corchetes míos.)

En el próximo apartado, La enajenación en el sistema crediticio, hace una denuncia vigente en la actualidad para el crédito y el sistema bancario y la falsedad de toda su justificación por los capitalistas. Denuncia en la que nuevamente ata a lo económico las consecuencias subjetivas de la enajenación y la relación rico pobre. Desenmascara el discurso ideológico que enmascara la explotación, desvaloriza al ser humano y lo cosifica como mercancía:

En el apartado, Comunidad real y comunidad humana (136-138), se da un salto de la economía a la sociología. En los Cuadernos, Marx plantea, como esencia humana, con ser genérico, al “ser comunitario”. Nos esboza el planteamiento fundamental del materialismo histórico, la función creadora y autocreadora de la sociedad y de sí mismo como ser humano. La sociedad, la comunidad, “no es un poder abstracto-universal, enfrentado al individuo singular, sino su propia actividad, su propia vida, su propio goce, su propia riqueza”, es su modo de existencia real, consciente y verdadero. La sociedad no es el resultado de su reflexión, sino en virtud de su necesidad y del egoísmo de cada individuo, es el resultado de la realización de la existencia humana. Pero matiza lo consciente y verdadero no como voluntad, es decir, como acción guiada conscientemente, sino como una relación enajenada, ya que él es un ser enajenado en sí mismo. Por eso concluye que la sociedad es una caricatura de su comunidad real, de su vida genérica; su actividad es un intercambio resultado de la enajenación en la relación producto-productor; esa actividad “se le presenta como un tormento, su propia creación como un poder ajeno”. Esa comunidad, que es vínculo entre los seres humanos y representa su verdadera esencia, la relación social, “se le presenta como un vínculo accesorio, y más bien la separación respecto de los otros hombres [del OTRO]” a los que no reconoce como su existencia verdadera [corchete mío]:

que su vida se le presenta como sacrificio de su vida, la realización de su esencia como desrealización de su vida, su producción como producción de su nada, su poder sobre el objeto como poder del objeto sobre él; que él, amo y señor de su creación, aparece como esclavo de esta creación. (138)

Esa relación sociedad-individuo-el OTRO, que parte de una relación económica enajenada, subvierte la relación natural de los seres humanos entre sí, de igualdad, de reconocimiento mutuo como complementos que generan su propio contexto social. La enajenación económica convierte la relación social en división de trabajo (145) competitiva, en propietarios de mi necesidad como individuo y como ser social. Competencia que me obliga a enajenar, vendiendo al capitalista, mi vida como capacidad productiva y creativa, como tiempo de gozo, como individuo padre, madre, hijo, hija, hermano.

El otro hombre es también propietario privado, pero de otra cosa; de algo que me hace falta, sea vital o socialmente, y de lo que no puedo o no quiero privarme, de algo que parece responder a una necesidad en el cumplimiento de mi existencia y en la realización de mi esencia. (140)

Al definir Marx (1980) el trabajo lucrativo (143-144), es decir, el trabajo enajenado para obtener medios de subsistencia, le atribuye, entre otras características, que la sociedad signifique “para él una oportunidad de saciar su carencia, así como él sólo existe para la sociedad como esclavo de las necesidades sociales” (144).

El hecho de que los seres humanos se cosifican en sus productos y en el dinero como medio de intercambio hace que el valor que nos atribuimos mutuamente en las relaciones sociales de intercambio sea el valor social adquirido por el objeto que nos enajenamos. Es decir, tú vales por lo que tienes, por lo que yo necesito adquirir, por el dinero, medio de intercambio, que necesito para lograr el producto que por utilidad o necesidad social requiero y tú posees. En ese proceso de enajenación, yo, ser enajenado, te veo a ti OTRO, según lo que posees, si no posees no tienes valor para mí; el ser humano como tal, no tiene valor recíproco (154-155).

En el último pasaje de los Cuadernos, Una suposición: producir en tanto que hombres (155-157), nos dice que “producir en tanto que hombres: cada uno habría afirmado doblemente en su producción tanto al otro como a sí mismo”; mi producto tendría mi individualidad con un goce doble, mi experiencia vital y el goce del consumo de éste por ti, de que he satisfecho una necesidad humana. En este punto la economía y la sociología cobran subjetividad y nos recuerda a los ya mencionados Lukacs, Gramsci, Fanon y Freire:

En tu goce o consumo de mi producto, yo habría gozado de manera inmediata tanto la conciencia de haber satisfecho una necesidad humana con mi trabajo como la conciencia: 1] de haber objetivado la esencia humana y proporcionado así el objeto correspondiente a la necesidad de otro ser humano; 2] de haber sido para ti el mediador entre tú y la comunidad, de haber estado por tanto en tu experiencia y tu conciencia como un complemento de tu propia esencia y como una parte necesaria de ti mismo, es decir, de haberme confirmado tanto en tu pensamiento como en tu amor; 3] de haber creado tu expresión vital individual en la mía propia, de haber por tanto confirmado y realizado inmediatamente en mi actividad individual mi verdadera esencia, mi esencia comunitaria, humana. (155-156)

Entonces, visto así, el producto sería una proclama de amor, de humanismo, de denuncia del capitalismo. En estas palabras podemos ver la base del socialismo, o si se quiere, si tomamos al socialismo como transición, del comunismo como una sociedad sin clases, una sociedad donde reine la cooperación, la solidaridad y la empatía, porque no nos veamos como OTROS, sino como iguales, como seres interdependientes que vivimos nuestra esencia social. Donde las relaciones sociales no están mediadas por la necesidad de vivir, sino por el conjunto de nuestro ser como individuos, seres sociales, psicológicos, creativos y espirituales.

En los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844[5], Marx (2001) inicia el uso del término enajenación como extrañamiento, como separación entre el trabajador y el producto de su trabajo. Separación que es entrega, desposesión de parte del trabajado y adquisición, posesión, por parte del capitalista. El producto ya no le pertenece, sin embargo, ahora es un objeto, como mercancía, que tendrá que adquirir, su producto enajenado ahora se le enfrenta:

…el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación. (En el apartado, El trabajo enajenado, Marx 2001)

Enajenación que va más allá de una separación física pues tiene consecuencias en el ser mismo del trabajador. En el producto se objetiva, se cosifica, el trabajo. Al cosificar el trabajo, se cosifica al trabajador, que es poseedor de la capacidad de producción. El trabajador se convierte en mercancía con valor de uso: trabajo para producir productos.  Trabajo que no está constituido solamente por la acción física de su producción, sino, además, por conocimiento, por saber hacer, por energía volcada en la producción, por tiempo de vida y por necesidad de ser retribuido con dinero para sobrevivir. Precisamente, por ser poseedor de esos componentes de su saber hacer, el trabajador no es tal solo como individuo, sino como ser social. Ese producto, sin embargo, no le pertenecerá, será apropiado por el capitalista y se convierte en un poder enfrentado a quien lo produjo. La enajenación y la objetivación del trabajo en el producto son el carácter de éste y lo que hace que se convierta en poder. La silla no es solo un objeto para sentarse. Es un objeto que no le pertenece, aunque dejó en su producción parte de su vida. El trabajador ahora, enajenado de su producto, está enfrentado al producto-mercancía porque lo necesita para vivir, lo tiene que adquirir, sino lo hace no puede proveerse las necesidades de vida de él y su familia. Y esto es así, no solo para los productos físicos fabriles y agrícolas (en cuanto al trabajador por remuneración), sino también en los ámbitos de la educación, los laboratorios de investigación y la salud, es decir, en el trabajo intelectual y en la producción de conocimiento[6].

La concepción de enajenación de Marx (2001), además de filosófica y económica, constituye una apreciación humanista, psicológica y cualitativa al comprender dos tipos de trabajos: el trabajo asalariado, “forzado”, como necesidad para vivir; y el trabajo para sí, ajeno a la necesidad para vivir, donde existe el placer y la libertad creativa, y no solo la necesidad económica:

Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo.

Diferenciación válida, incluso en la actualidad, para todo tipo de trabajo: manual, intelectual, fabril, tecnológico, cuentapropista, oficinista, artista, científico, etc. Es decir, es trabajo para vivir toda actividad en la cual sus cualidades productivas —físicas, intelectuales, creativas—, que en los Grundrisse (Marx 2007) define como “el valor de uso de la capacidad de trabajo”, valor de uso del trabajador para el capitalista, se cosifica en el producto del trabajo, se enajena en valor de cambio, se convierte en mercancía, restándole ocio, vida familiar, placer y relaciones humanas no determinadas por intercambio económico[7]. En la diferenciación entre trabajo para vivir y trabajo para sí, la variable enajenación se trueca en una apreciación cualitativa. La implicación de la enajenación producto-trabajador va más allá de una relación formal, material y económica. Marx, desde una perspectiva filosófica y cualitativa entiende que ha ocurrido un trastrocamiento de la esencia del obrero bajo el sistema capitalista. Es decir, en el producto enajenado, se ha desplazado la vida del trabajador. En el intercambio desigual, trabajo-salario, el obrero además de enajenar en el producto tiempo y capacidad de producción, ha trastrocado, sin que exista posibilidad real de retribución equivalente, su tiempo de vida como individuo y como ser social.  Tiempo a dedicar como padre o madre, pareja, para el ocio, el placer, la creatividad y la espiritualidad.

El trastrocamiento deriva de que el valor de uso de la capacidad de trabajo en cuanto valor mismo es el elemento que crea valor, la sustancia del valor y la sustancia acrecentadora del valor. En este intercambio, pues, el obrero da por el equivalente del tiempo de trabajo objetivado en él, su tiempo de trabajo vivo, creador y acrecentador del valor. Se vende como efecto. Como causa, como actividad, es absorbido por el capital y se encarna en éste. De tal modo el intercambio se trueca en su contrario, y las leyes de la propiedad privada —libertad, igualdad, propiedad, la propiedad sobre el trabajo propio y la libre disposición del mismo— se truecan en el desposeimiento del obrero y la enajenación de su trabajo, su relacionarse con éste como con una propiedad ajena y viceversa. (Marx, 2007, T. II, p. 196)

Marx plantea las consecuencias de la enajenación —producto del trabajo/trabajador—, más allá de la relación económica. No solamente el trabajador ya no es dueño de su producto, sino que el producto es PODER. Un poder independiente en varias dimensiones. Económica en la medida que es objeto a ser adquirido para vivir porque ya no le pertenece, aunque él la produjo. Producto-trabajo por el que no recibió compensación completa, ni por el precio que pagará por ella en el mercado ni porque su compensación, en la relación jornada de trabajo/producto individual, no es suficiente para vivir. Al enajenarse, como lo plantea en Contribución a crítica de la economía política (Contribución) (Marx 2008, 5), para el trabajador el producto deja de tener valor de uso y se convierte en mercancía. Como tal, condiciona su vida, se convierte en un fetiche. Ahora es un objeto que le dicta su conducta porque tiene que trabajar para adquirirla. El trabajador ahora es presa de la necesidad manifiesta en el producto, vital o como presión social subjetiva. El producto creado por él, como mercancía, se le enfrenta y le cuestiona la calidad de su existencia misma por el valor social que ha tomado. Ahora es parte de la desiderata por razones vitales, estéticas, de placer o formación cultural. Marx le adjudica a la mercancía, en cuanto producto enajenado, una variable cualitativa de la que abunda en el primer capítulo de El Capital y que llama fetichismo[8]. La mercancía se convierte en ídolo objeto de culto, de deseo, de meta a ser adquirida, de objeto a perseguirse con deseo de poseerla, ya sea por necesidad vital o necesidad cultural. Por eso constituye PODER: a) al ser mercancía determina las decisiones a tomar para adquirirla; b) la mercancía, que fue su producto, se convierte en mediadora en las relaciones con el OTRO, se cosifican las relaciones humanas; c) el valor social contenido en la mercancía, estético, ético, estratifica a los seres humanos; d) la enajenación del producto, al convertirse en mercancía, escinde la sociedad en poseedores y desposeídos de valores de uso y enfrenta a los seres humanos en lucha por poseerlos[9].

El fetichismo no es solo un fenómeno económico. El poder económico de la mercancía no solo reside ni actúa sobre el movimiento de la economía, en cuanto generar acción para su adquisición, sino que está cargada, además de valor de uso y de cambio, de valor social cultural, es decir, de valores éticos, estéticos y de prestigio, construidos socialmente. La mercancía se convierte en un fetiche cualitativo. En nuestra sociedad lo vivimos todos los días y la propaganda publicitaria es el mecanismo que resalta y consolida esa cualidad de la mercancía. Poseemos no solo por necesidad de uso, sino también por moda, por prestigio, por competir con el OTRO[10].

Como nos dice Marx (2007 T. I) en los Grundrisse, la necesidad no es solo vital, sino también subjetiva. Subjetividad —vital, sustantiva y formal— desarrollada en la cultura del capitalismo. Ese carácter subjetivo que incita a consumir, que aporta “nuevos atractivos” a la mercancía, que hace creer que hay “nuevas necesidades”, nos lo presenta como fuente de poder. De ese aspecto subjetivo, subestimado en la teoría marxista por muchos de sus intérpretes, pero destacado por otros[11], Marx indica que “constituye un elemento fundamental de civilización” sobre el que se basa “la justificación histórica, pero también el poder actual del capital”:

Por lo demás —en la medida en que todo eso no es mero palabrerío de la “filantropía” burguesa, que en sustancia consiste en alimentar a los obreros con “deseos piadosos” —, cada capitalista, ciertamente, exige a sus obreros que ahorren, pero sólo a los suyos, porque se le contraponen como obreros; bien que se cuida de exigirlo al resto del mundo de los obreros, ya que éstos se le contraponen como consumidores. In spite (sic) a de todas las frases “piadosas”, recurre a todos los medios para incitarlos a consumir, para prestar a sus mercancías nuevos atractivos, para hacerles creer que tienen nuevas necesidades, etc. Precisamente este aspecto de la relación entre el capital y el trabajo constituye un elemento fundamental de civilización; sobre él se basa la justificación histórica, pero también el poder actual del capital. (230)

En la Contribución (Sección Primera: La mercancía), Marx (2008) profundiza en el carácter de la enajenación y establece lo que podemos graficar como un proceso transicional del producto hasta convertirse en mercancía, pero, curiosamente, en mercancía con valor de uso. Es decir. El producto del trabajador, al producirse no tiene valor de uso, de utilidad, para éste ni para el que la enajena posteriormente como mercancía, el capitalista, al apoderarse de ella. Para éste es un objeto sin valor inmediato. Para el capitalista adquiere valor de uso económico al ser objeto de intercambio, al ser puesto en el mercado, al ser intercambiado por dinero u otra mercancía. El producto adquiere valor de cambio. En ese intercambio, ya convertido en mercancía, el producto del trabajador regresa a este, si lo adquiere, como valor de uso. Es decir, adquiere para este valor utilitario. El producto, convertido en mercancía, tiene el doble carácter de valor de uso y valor de cambio[12].

El producto tiene un valor de uso y este nunca lo pierde. El producto enajenado no solo es enajenado como objeto, sino también su carácter de objeto con valor de uso. Este valor de uso es intrínseco al producto, pero constituye parte de lo enajenado, y no es útil de inmediato, ni para el trabajador ni para el capitalista. El valor de uso, como útil, se realiza al ser adquirido como mercancía en el intercambio comercial. No antes. Mientras está en manos del capitalista es un objeto con potencial de cambio. El producto adquiere un valor diferente: valor de cambio. El valor útil de la silla acompaña a la silla dondequiera que vaya, pero solo se manifiesta cuando es adquirida como silla, cuando es intercambiada y llega nuevamente a manos del trabajador/consumidor, cuando es utilizada por el capitalista como medio de cambio. El producto, entonces, como mercancía, tiene dimensiones múltiples: encierra trabajo, con todo lo que eso implica; posee un valor de uso no realizado; adquiere valor de cambio; y es objeto útil, después del intercambio.

Marx añade, además, una variable que es importante destacar porque contiene un carácter múltiple: económico y subjetivo, individual y social, vital-útil y placentero-estético-ético, mítico y real e identitario. Esta variable, como veremos más adelante, ha adquirido un peso extraordinario en el desarrollo y sobrevivencia del sistema capitalista: la necesidad. Concepto relacionado con percepción y hegemonía que fueron trabajados, tanto desde la perspectiva económica de Max como de subjetividades, por posteriores estudiosos de las teorías de Marx y Engels, y de las luchas sociales en el siglo XX y las actuales. La necesidad particular refiere a su contenido social, sexual, identitario, ideológico e intelectual, tanto desde una base natural, ontológica, como epistemológica. Se rebasa al ser dimensionado por la economía y su necesidad natural y se parte de un ser complejo, multidimensional: natural-biológico, individual, social, sexual, psíquico, espiritual, histórico y cultural, que Morin llama bio-cultural[13].  Así, el valor de uso no es solamente material, utilitario por necesidades individuales físico-biológicas, sino también ideológicas, estéticas y éticas. Necesidades sociales surgidas con su sexo, el género como categoría social, ser padre o madre, por tipo de trabajo que desempeña y posición social que ocupa, conformado culturalmente. Marx amplía el carácter subjetivo de la mercancía cuando trata del poder de esta y el fetichismo. Nos dice Marx (2008) en la Contribución a la crítica de la economía política:

Por ello, en la enajenación general de las mercancías como valores de uso, las mismas son referidas entre si según su diversidad material como objetos particulares que satisfacen necesidades particulares en virtud de sus atributos específicos. […] En cuanto valores de uso sólo se las puede intercambiar en relación con necesidades particulares. […] de modo que se extingue toda consideración para con sus atributos naturales como valores de uso y, por ende, para con la relación entre las mercancías y necesidades particulares. Antes bien, en cuanto valor de cambio una mercancía actúa al suplir, como equivalente, una cantidad arbitrariamente determinada de cualquier otra mercancía, indiferentemente de si para el poseedor de la otra mercancía constituye un valor de uso o no. Pero para el poseedor de la otra mercancía sólo se convertirá en mercancía en la medida en que tenga valor de uso para él, y para su propio poseedor sólo se convertirá en valor de cambio en la medida en que sea mercancía para el otro. Esta relación será, por ende, relación de las mercancías como magnitudes esencialmente iguales, diferentes sólo cuantitativamente, será su equiparación como materialización del tiempo de trabajo general y, al mismo tiempo, su relación como objetos cualitativamente diferentes, como valores de uso particulares para necesidades particulares, en suma, una relación que los diferencie como valores de uso reales. (27)

Marx no abunda en qué es la necesidad particular o en cómo esta incluye o no elementos subjetivos más allá de su valor económico de cambio o utilitario. Pero podemos hacernos una idea de qué le adjudica a la necesidad al citar a los economistas ingleses y no refutarlos:

En primera instancia, la mercancía, según lo expresan los economistas ingleses, es “alguna cosa, necesaria, útil o agradable para la vida”, objeto de las necesidades humanas, medio de subsistencia en el sentido más amplio de la palabra. […]no sólo está determinado de una manera cualitativa, sino asimismo cuantitativa.

[…]En el diamante no es posible percibir que se trata de una mercancía. Cuando sirve como valor de uso, estética o mecánicamente, en el escote de la cortesana o en manos del tallista de cristales, es diamante y no mercancía. El hecho de ser valor de uso parece ser una premisa necesaria para la mercancía, pero el de ser mercancía parece ser condición indiferente para el valor de uso. El valor de uso, en esta indiferencia para con la determinación económica formal — es decir, el valor de uso en cuanto tal— se encuentra más allá del ámbito de consideración de la economía política. Sólo cae dentro de él cuando él mismo es determinación formal. De una manera inmediata constituye la base material en la cual se representa una relación económica determinada: el valor de cambio. (Contribución, 9-10)

En este pasaje nos señala en los valores de uso aspectos subjetivos como el placer y lo estético en “en el escote de la cortesana”. Sobre esta cualidad subjetiva del valor de uso nos advierte que su consideración va más allá del análisis económico[14]. Y más allá del análisis económico está lo estético, el placer, la espiritualidad, la ética, es decir, la subjetividad. Más adelante, en Contribución, insiste en lo particular de la necesidad:

Para devenir como valor de uso, la mercancía debe afrontar la necesidad en particular cuyo objeto de satisfacción constituye. (p.25)

[…]Una mercancía sólo puede ser enajenada, como valor de uso, a aquel para quien sea valor de uso, vale decir objeto de determinada necesidad. […]En cuanto valores de uso sólo se las puede intercambiar en relación con necesidades particulares. (p.27)

Entonces, la mercancía contiene dos cualidades, una magnitud cuantitativa que las iguala como valor de cambio y una cuantitativa/cualitativa de valor de uso que las diferencia, la necesidad particular. A su vez, su complejidad manifiesta un valor social y otro individual. Tomemos por ejemplo la vivienda. Su construcción contiene un valor de uso social, se necesitan viviendas. Pero no toda vivienda tiene valor de uso para cada necesidad individual. La vivienda construida puede ser sencilla o contener gran cantidad de lujos. Ambas tienen valor de uso como techo, como refugio. La primera puede satisfacer las necesidades particulares del trabajador, pero no necesariamente las del millonario. Mientras uno busca resolver su vivienda como necesidad vital, el otro, además, busca satisfacer necesidades subjetivas de lujo que van más allá de lo vital. Necesidades particulares que contienen la complejidad de ser naturales en cuanto vitales y ser sociales en cuanto un constructo histórico y contextual. La geografía donde se construye, las necesidades vitales, las expectativas creadas en el devenir histórico de la ética y la estética social, en suma, el estado actual de la cultura de quien la habitará, constituye la necesidad particular. En relación a la percepción, a la cultura, a su vida como ser social, al poder y la hegemonía, ya lo vital no solo es lo natural. Como ser humano, tanto el trabajador como el capitalista han sido dimensionados socialmente. Su vida en sociedad le hace participe, en su vida existencial, de los reclamos, las percepciones, las demandas, las creencias, los mitos, las costumbres, las tradiciones, la estética y la ética de su particular sociedad. Además, en el capitalismo, los individuos tendrán capacidad económica para adquirirla o no según sus condiciones particulares.

La alienación/enajenación, así como la ideología, encierra una gran contradicción: a la vez que representa lo que el individuo no es, representa lo que es. La ideología, en la medida que es alienación, extrañamiento de lo que en realidad es el obrero o cualquier individuo dependiente, explotado, marginado, discriminado, en las relaciones sociales, es una negación de sí mismo, es no reconocerse como lo que en realidad es en las relaciones de producción, en las relaciones sociales. Pero al mismo tiempo, en realidad es eso que se representa en la alienación porque vive, actúa y piensa de acuerdo a su alienación. La superación de su estado alienado, entonces, implica transformarse, dejar de estar alienado porque comienza a ver el mundo y a sí mismo desde otras perspectivas. Significa comenzar a verse como ser humano, comprender el lugar que ocupa en las relaciones sociales, es decir, en las relaciones de producción, las de clase, en las políticas, en las religiosas y en las culturales. Entonces cobrará nuevas dimensiones su vivir, actuar y pensar. El lastre de la enajenación, en su carácter ideológico subjetivo, aunque seguirá siendo un suceso económico, irá desapareciendo y cobrará conciencia de sí y para sí en la complejidad social. Es decir, cobrará conciencia de clase, de colonizado, de explotado, de discriminado por raza y sexo, y luchará para transformar su condición, luchará para sí como ser social.

La función de los procesos revolucionarios es lograr esa transformación ideológica que lo lleve a actuar, que Marx y Engels llamaron cobrar consciencia de clase para sí; Gramsci, desarrollar ideología contrahegemónica; Freire, vivir la praxis; el Che, el hombre nuevo, Quijano, la decolonialidad y, en general, para el gran sur, lograr una epistemología diferente a las visiones machistas, patriarcales, racistas, xenófobas, homófobas, capitalistas y coloniales.

A manera de resumen

  1. La enajenación es una variable económica en la medida que describe y explica el proceso producto-mercancía, en términos de la relación económica entre fuerza de trabajo, valor de uso y valor de cambio. Incluyendo el carácter de la mercancía en el mercado como retorno a valor de uso al ser adquirida por el trabajador.
  2. El análisis de Marx de la enajenación es, además, filosófico y humanista en la medida que explica el significado que implica la apropiación del producto por el capitalista en el modo de vida, individual y como clase, y su peso en la visión de mundo que se genera en el trabajador y en la sociedad en general.
  3. La enajenación es inconsciente. Constituye un factor definitorio en la visión de mundo, sin embargo, no está generada en la mente humana, sino en las condiciones de vida, en las relaciones de producción.
  4. En el mercado, el producto-mercancía es ahora un objeto de deseo, por necesidad natural o social. Su producto se revierte contra el trabajador y ahora, como mercancía, para él poder usarlo necesita, nuevamente, entregar parte de sí, pero esta vez mediante otra mercancía, un trueque o mediante el uso de dinero. En cualquier caso, tuvo que invertir habilidades, capacidades y tiempo de vida para obtenerlos.
  5. En el proceso de enajenación se cosifican, además del trabajador, la naturaleza y las relaciones humanas. En el producto de su trabajo asalariado se contiene al trabajador: tiempo de vida, energía, experiencia, conocimiento; el producto no es solo un objeto material con valor de uso y de cambio.
  6. El proceso de enajenación separa el carácter del trabajo y la vida del trabajador en dos: a) trabajo para la subsistencia, vital, obligatorio, necesario para obtener útiles en el mercado, sostener la familia y reproducirse; y b) el trabajo emanado de la actividad placentera, creativa, ociosa, espiritual, familiar, no determinada por interés y necesidad económica.
  7. El análisis de Marx de la enajenación es, además y, sobre todo, un análisis de clase. El trabajador referido no es el individuo, es la clase. El que produce la silla es Juan como clase, Juan representa al conjunto de productores de silla y Pedro, que produce el tornillo representa al conjunto de los productores de tornillos, ambos, y todos los otros que son asalariados constituyen la clase social. Es decir. Todas las mercancías son producidas por la clase trabajadora a través de sus componentes. A la vez, ellos adquirirán mercancías como clase trabajadora. La acción del conjunto en cada etapa, producción y consumo, es llevada a cabo por individuos, pero bajo condiciones generalizadas de enajenación del producto-trabajador. Esta compleja relación que se da mediante la enajenación, apropiación del producto por el capitalista, crea una reificación de relaciones humanas. Los seres humanos dejan de verse como pares en igualdad de condiciones. Ahora se ven como individuos separados, en relaciones económicas donde la calidad de las condiciones de trabajo de unos dificulta la calidad de vida de otros. Donde aquellos que logran conseguir mejores condiciones de empleo encarecen, además de otros factores, la mercancía para la que otros tendrán que sacrificar mayor tiempo de vida, ocio y placer. Desde esta perspectiva, la enajenación nos remite nuevamente a la ideología. Sobre lo descrito aquí se ha constituido la ideología capitalista hegemónica del individualismo, el elitismo, la supremacía, el egoísmo, la discriminación, la misoginia, la homofobia, la xenofobia, el racismo, el colonialismo y la colonialidad. La relación enajenada entre producto-trabajador nos cosifica y nos enajena a unos de otros como seres humanos. El OTRO se constituye ideológicamente en aquel que posee algo que yo necesito y que me facilita o dificultad su adquisición. En el lenguaje de todos los días, es lo vivido al momento de una huelga. Si los trabajadores del servicio eléctrico detienen la producción o cierran carreteras, los otros “sectores” trabajadore, en lugar de sentir empatía, solidarizarse y contribuir al éxito de la huelga, sienten que están siendo perjudicados porque llegarán tarde al trabajo o no recibirán el servicio eléctrico. Esto es así con todos los reclamos de derechos, oportunidades, equidad, reconocimiento y participación, de los “diferentes” sectores sociales: las mujeres, la comunidad LGBTQ+, los de otro color de piel o nacionalidad.
  8. “Yo contra el mundo o el mundo contra mí”, es la consigna del capitalismo que justifica la competencia y el afán de lucro. La vida se convierte en una relación de contabilidad donde el balance debe serme favorable. Todo aquello que puedo poseer, dominar, dirigir, definir y constituir para que contribuya a mi bienestar y hegemonía es bienvenido, aceptado y promovido. Mi bienestar se define como hegemonía: posesión de instrumentos de poder, todo aquello que me permite sobresalir, distinguirme sobre los demás, lo que me privilegia, lo que me constituye en élite. Mi bienestar y éxito se demarca en la competencia por vencer, por ganar, por derrotar, por adquirir desposeyendo al otro. Y la competencia es como una guerra en la que todo vale para triunfar. Incluso yendo contra las leyes que yo mismo creo, como el uso de la corrupción para enriquecerme o predominar.

Así, el patriarcado, el machismo, la misoginia, la homofobia, la xenofobia, la colonialidad y el racismo, son componentes ideológicos de la hegemonía capitalista colonial. En otras palabras, la existencia del OTRO es vital para el predominio y la existencia misma del capitalismo.

   Referencias del artículo:

Sánchez Vázquez, Adolfo. (1980). Estudio previo. En Carlos Marx. Cuadernos de París [Notas de lectura de 1844]. Traducción de Bolívar Echevarría. Estudio previo de Adolfo Sánchez Vázquez. México: Ediciones Era. Disponible en: https://proletarios.org/books/Marx-Cuadernos_de_Paris.pdf

Engels, Federico. (sept. de 2001). Carta de Federico Engels a José Bloch, Londres, 21- [22] de setiembre de 1890: Digitalización: Juan Rafael Fajardo, para el Marxists Internet Archive:  https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/e21-9-90.htm

Engels, Federico y Marx, Carlos. (2006). Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana y otros escritos sobre Feuerbach. Fundación Federico Engels: https://www.fundacionfedericoengels.net/images/engels_feuerbach_RL_crisis_socialdemocracia.pdf

Fanon, Frantz. (2009). Piel negra, máscaras blancas. Madrid: Ediciones Akal, S. A.: https://www.akal.com/libro/piel-negra-mascaras-blancas_34037/

Freire, Paulo. (2005). Pedagogía del oprimido (2da Ed.). México: Siglo XXI: Disponible en https://fhcv.files.wordpress.com/2014/01/freire-pedagogia-del-oprimido.pdf y varios en https://redclade.org/noticias/libros-paulo-freire-educar-para-la-libertad/

Horkheimer, Max. (2000). Teoría tradicional y teoría crítica. Barcelona: Paidós I.C.E./U.A.B. Disponible en: Dentro de una antología de sus ensayos: https://lideresdeizquierdaprd.files.wordpress.com/2016/06/teorc3ada-critica-max-horkheimer.pdf  y https://proletarios.org/books/Horkheimer-Teoria_critica.pdf y el ensayo solo en: https://www.academia.edu/7309370/Max_Horkheimer_Teor%C3%ADa_tradicional_y_teor%C3%ADa_cr%C3%ADtica

Marx, Carlos. (1980). Cuadernos de París [Notas de lectura de 1844]. Traducción de Bolívar Echevarría. Estudio previo de Adolfo Sánchez Vázquez. México: Ediciones Era.  Disponible en: https://proletarios.org/books/Marx-Cuadernos_de_Paris.pdf

—(2001). Manuscritos económicos y filosóficos de 1844. [Digital] Disponible en:  https://pensaryhacer.files.wordpress.com/2008/06/manuscritos-filosoficos-y-economicos-1844karl-marx.pdf .

—(2007). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857~1858. Tomo I. México: Siglo XXI editores. Disponible en: http://ecopol.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/sites/202/2013/09/Marx_Grundrisse_Vol.-1.pdf

—(2007). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857~1858. Tomo II. México: Siglo XXI editores. Disponible en: http://ecopol.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/sites/202/2013/09/Marx_Grundrisse_Vol.-2.pdf

—(2008). Contribución a la crítica de la economía política. México: Siglo XXI Editores. Disponible en: http://ecopol.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/sites/202/2013/09/Marx_Contribuci%C3%B3n-a-la-cr%C3%ADtica.pdf     

—(2014). El fetichismo de la mercancía (y su secreto). Capítulo I de El Capital. La Rioja, España: Pepitas de Calabaza. Disponible en: https://geopolitica.iiec.unam.mx/sites/geopolitica.iiec.unam.mx/files/2017-09/Marx%20El%20fetichismo%20de%20las%20mercancias.pdf


[1] Para abundar sobre los diferentes enfoques sobre los Manuscritos puede verse: Marcelo Musto. (2015/05/28) El mito del “joven marx” en las interpretaciones de los Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844. Disponible en: https://marcellomusto.org/el-mito-del-joven-marx-en-las-interpretaciones-de-los-manuscritos-economico-filosoficos-de-1844/

[2] Humanismo en la medida que manifiesta el efecto de la economía y el contexto social en el individuo y ata la conducta humana a las condiciones materiales de su existencia histórica, viendo a la sociedad y la humanidad, no como un conglomerado de individuos, sino como seres sociales en interacción entre sí, con las fuerzas productivas y las relaciones sociales económicas, con su medio histórico material y subjetivo (política, cultura, religión, etc.) y con la naturaleza. Pero no en términos de la filosofía humanista idealista que centra en la individualidad y le atribuye a sí mismo su devenir histórico y su capacidad de forjar su futuro al margen de sus condiciones de vida por mecanismos morales, éticos, estéticos y educativos; que parte de un ideal de progreso de la humanidad como ideal del “hombre”, que plantea el fin de la historia y establece rangos de todo lo bueno, lo bello y verdadero.

[3] Relaciones que no son lineales sino reciprocas, pero desbalanceadas en cuanto a que no influyen en igual medida ni siempre de igual forma. Complejas y multifacéticas porque sus relaciones no son únicas, al mismo tiempo pueden ejercer y recibir influencia sobre y de otros elementos como un todo o por alguno de sus elementos característico.

[4] Marx expone parte de sus objeciones en el Manifiesto del Partico Comunista, donde menciona a Sismondi como representante de un socialismo reaccionario y utópico. Para abundar en las críticas al socialismo utópico véase el libro de Federico Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico.

[5] Hacemos un paréntesis para aclarar y enfatizar el carácter histórico y contextual, tanto del análisis de Marx sobre la economía política como de sus escritos mismos. El llamado escrito de juventud de Marx, Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, del cual estamos discutiendo el concepto de enajenación, son notas de su estudio, principalmente, de la Economía Política inglesa de su época (Adam Smith, James Mills y David Ricardo), además de Hegel y Feuerbach en el apartado dedicado al tema, El Trabajo Enajenado. Carlos Marx y Federico Engels; obras fundamentales Tomo 1. Marx, escritos de juventud. (1982). México: Fondo de Cultura Económica. (557) [contiene Prólogo de Marx.] Se puede encontrar en: Karl Marx (2001).

[6] Más adelante, cuando discutamos las clases sociales y los sujetos de la revolución volveremos a este punto. Con el desarrollo extraordinario que ha tomado la tecnología digital es necesario tomar en cuenta otros aspectos. Igual debemos discutir las manifestaciones artísticas con otras perspectivas donde confluyen enajenación, placer y creatividad.

[7] Tómese nota por la preocupación humanista y sociológica de Marx del efecto del capitalismo sobre el individuo y la familia, tanto desde la perspectiva económica como de la subjetiva, en ella, Marx no solamente la considera, sino que la incluye en el análisis de la economía política. Lamentablemente, como lo señala Engels, ellos no abundaron sobre este aspecto y se autocritica asumiendo la responsabilidad de que sus seguidores se centraran en los aspectos económicos y sus efectos sobre la superestructura: “El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo” (Engels carta a José Bloch. 21-22 de septiembre de 1890)). Y nos dice Engels:  “La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta –las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes [énfasis mío], las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas– ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma”. Marx fue un precursor en la inclusión de lo cualitativo en el análisis económico. El desarrollo de lo cualitativo en el marxismo serán las aportaciones posteriores de Lukács, Sartre, La escuela de Frankfurt, Gramsci, Fanón, Mariátegui, Freire, Che, la Filosofía de la Liberación y Quijano, entre otros.

[8] E

l concepto de fetichismo analizado por Marx está estrechamente ligado a su concepto de ideología y al análisis de esta por los posteriores interpretes del marxismo del siglo XX. Sobre todo, en relación con el poder y la hegemonía.

[9] En la división del trabajo y en esta lucha reside la base del racismo, la xenofobia y la discriminación a la mujer y a todos los seres humanos que se miran como “distintos” a mí. Abundaremos en ello en las próximas columnas.

[10] Aunque es difícil juzgar, desde el presente y la distancia geopolítica y cultural, las medidas económicas de los países llamados del socialismo real, y el objetivo de este ensayo no nos permite profundizar en ese análisis, sí quiero adelantar lo siguiente. Esta característica del poder cualitativo del fetichismo no parece haber sido considerada en las medidas económicas de dichos países. Tomemos como ejemplo lo siguiente, sin agotar todas otras medidas económicas, políticas y culturales que sería necesario analizar: con el fin de adquirir divisas y alcanzar mercados externos, en Checoslovaquia se estableció el tuzex, tiendas y “moneda” especial en la cual se podía comprar con divisas extranjeras o el tuzex. Su fin económico era adquirir divisas, en ellas se vendían mercancías extranjeras e incluso artículos producidos en la propia Checoslovaquia, pero de mayor calidad y de otra estética que lo vendido en las tiendas comunes; el trabajador, que las había producido, solo podría adquirirla mediante mecanismos privilegiados, mercado negro o prostitución con extranjeros. Estas medidas contribuyeron a mantener una percepción de la validez del privilegio y el elitismo. La sociedad, que debía marchar hacia la eliminación de las clases, establecía bases para la estratificación de su sociedad.

[11] El destaque de lo subjetivo, como un factor importante a tomarse en cuenta para el trabajo político revolucionario, se encuentra en los autores de las corrientes marxistas que desarrollan el concepto de ideología como un proceso fundamental en la toma de consciencia anticapitalista, anticolonial, decolonial, feminista, contra el racismo y por la diversidad sexual. Como, por ejemplo, Gramsci y su concepto de hegemonía o Fanon al vincular racismo y colonialismo.

[12] Este doble carácter de la mercancía, valor de uso y valor de cambio, no es primicia de Marx. Como él mismo lo hace saber al citar a Aristóteles en la Nota 1 (Contribución, p.9):

“Pues el uso de todo bien es de dos clases [. . .] Uno le es propio a la cosa en cuanto tal, mientras que el otro no, como en el caso de una sandalia, que sirve como calzado y como objeto susceptible de cambio. Ambos son valores de uso de la sandalia, pues aun quien cambie la sandalia por algo de lo cual carezca, por ejemplo, por alimentos, estará utilizando a la sandalia como tal. Pero no en su modo de empleo natural. Pues la misma no existe con fines de intercambio. El mismo caso se da con los demás bienes”. (Aristóteles. La República)

Marx, así como utiliza el concepto de Aristóteles, también lo hace con varios de economistas y filósofos anteriores. La diferencia consiste en el análisis del por qué ocurren. Estando de acuerdo o en desacuerdo con ellos, su dialéctica no le permite solo usarlos como premisas, su preocupación es encontrar por qué eso se da, por qué es o no es así. Porque como dice en la Tesis sobre Feuerbach XI (Engels y Marx 2006), no se trata de describir el mundo según lo hace la filosofía, sino de cambiarlo, y para cambiarlo es necesario conocer por qué ocurren las cosas en el ámbito social.

[13] Para profundizar sobre este concepto de Morín véase: (1997). La unidualidad del hombre https://www.ugr.es/~pwlac/G13_01Edgar_Morin.html; (1984). Ciencia con conciencia. Barcelona: ANTHROPOS, Editorial del Hombre: https://edgarmorinmultiversidad.org/index.php/descarga-libro-ciencia-con-conciencia.html

[14] Marx no abunda en sus escritos sobre la importancia de lo subjetivo en los procesos sociales, incluyendo las relaciones de producción y el intercambio social, pero lo considera y como hemos visto le da importancia. Según Engels, en carta a José Bloch del 21-22 de septiembre de 1890, no debe criticarse a sus intérpretes por haber adoptado una visión mecánica de solo ver en lo económico el proceso histórico porque parece ser así en el análisis de él y de Marx. Pero aclara, que esto fue así porque el interés en ese momento era refutar la economía política de su época. También, sobre la importancia de la subjetividad y el análisis cualitativo es interesante el libro de Horkheimer, Max. (2000). Teoría tradicional y teoría crítica. Barcelona: Paidós I.C.E./U.A.B. En general, los aspectos cualitativos de las relaciones sociales son profundizados por Lukács, la Escuela de Frankfurt, Gramsci, Fanon y Freire.

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