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PUNTO DE VISTA
Por Leo Aldridge El Nuevo Día
En términos políticos, no es demasiado importante si el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) triunfan judicialmente en su búsqueda para permitir que un candidato se postule por más de una colectividad.
Esa demanda anunciada el martes por ambos partidos es, en términos estrictamente políticos, de carácter secundario. Funcionó como pantalla, o excusa, para lo verdaderamente noticioso: dos fuerzas políticas de Puerto Rico – un partido ideológico con larga historia y otro recién creado por la inconformidad y la energía de la juventud – quieren presentarse juntos ante el país. Desean, como los novios que llevan saliendo más o menos a escondidas por un tiempo, que el mundo finalmente los vea juntos y felices, aunque estén llenos de nervios por lo que depara el futuro.
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Formar un matrimonio político entre el PIP y el MVC es aún prematuro, pues, aunque tienen más o menos la misma visión de mundo, todavía se están conociendo y no está claro cómo podrían convivir. Además, el PIP históricamente ha sido un eterno soltero alérgico a las alianzas. Por eso llegar al punto de presentarse juntos públicamente el PIP y MVC, en un ecosistema político tan complicado como el de Puerto Rico donde priman los egos y las peleas chiquitas, no es poca cosa. Sin duda alguna tuvo que haber – y probablemente continuará habiendo – suspicacia interna dentro del PIP y del MVC por este proyectado junte.
En el PIP probablemente sea más complicado digerir la posible alianza. Se trata de un partido más ortodoxo y compuesto por cuadros políticos formados al calor de la guerra fría y los convulsos años 60 y 70, con la búsqueda por la independencia para Puerto Rico como raison d’être. Para muchos pipiolos, concatenarse con un partido sin definición en el tema del status, y con estadistas entre sus huestes, no surge naturalmente.Play Video
PIP y el MVC se dan la mano de cara a las elecciones de 2024
El Movimiento Victoria Ciudadana y el Partido Independentista Puertorriqueño indicaron que recurrirán a la vía judicial si la Legislatura mantiene en el Código Electoral 2020 la prohibición de las alianzas políticas.
Para el PIP llegó, en alguna medida, el momento de la suprema definición: tragar gordo para ser una alternativa de triunfo electoral real, cosa que nunca ha sido, o aferrarse a la actitud holier-than-thou que, aunque les permite mirar por encima del hombro a otros y sentirse moralmente superiores, los condena al ostracismo en nuestra menguada democracia. En el MVC, hogar político de muchos jóvenes con hambre de cambio inmediato y de veteranas que aborrecen algunas conductas históricas del PIP, también habrá serios y legítimos cuestionamientos.
Los principales líderes de esas colectividades — Juan Dalmau del PIP y Manuel Natal del MVC – conocen bien estas dinámicas internas de sus respectivos partidos. Pero ambos han puesto en la línea su capital político, y su liderato, para concretar una colaboración electoral en 2024 cuyos detalles aún están por definirse.
La alianza que se cierne entre PIP y MVC podría tener relativo éxito, más que por razones ideológicas, por la mera fuerza de las personalidades de sus líderes. Dalmau, sin abandonar el trabajo histórico del PIP, modernizó su campaña de 2020 y, repartiendo simpatía en vez de regaños, dejó atrás una serie de aparatosas derrotas del PIP para obtener en los pasados comicios el 13% del favor electoral para su candidatura a la gobernación. Natal, pese a episodios de inmadurez, abandonó la comodidad de ser representante por el Partido Popular Democrático y, bajo la insignia del MVC, estuvo a un pelo de convertirse en alcalde de San Juan.
La demanda conjunta del PIP y de MVC probablemente no tenga éxito jurídico por razones tanto legales como por la composición del Tribunal Supremo. Pero eso, desde un punto de vista político, es lo de menos. Existe la voluntad, y en política eso es más difícil de conseguir que un triunfo legal. Lo noticioso del junte del martes no es lo que dijeron ni Dalmau ni Natal. Tampoco es la demanda. Lo noticioso es la imagen de dos líderes de dos partidos anunciando, frente a la Comisión Estatal de Elecciones a dos años de los comicios, que quieren proyectarse y presentarse juntos. Eso, en la historia política moderna de Puerto Rico, no se había visto.
A exactamente dos años de las elecciones de 2024, el actor político que ignore esta nueva realidad lo hace a su propio riesgo.