Por Federico Fernández

Hay una evidente polarización política e ideológica de fuerzas por todas partes. En parte responde, a mi modo de ver, porque los sectores poderosos y hegemónicos que han dominado por muchas décadas, ven amenazada esa hegemonía. El trumpismo tiene mucha fuerza todavía, pero ya no tiene la fuerza del 2016; Bolsonaro sigue fuerte, pero ha visto cómo a quién pretendió enterrar para siempre, habiendo estado preso, resultó victorioso. Y Estados Unidos de América, que en el momento en que triunfaba sobre la Unión Soviética y se colocó en el dominio casi absoluto del mundo, en términos políticos y militares, YA NO TIENE ese dominio preponderante. Económicamente, tiene un adversario poderosísimo en China; militarmente, el enemigo que disputa su poderío es Rusia; y, en términos ideológicos, aquel modelo de “democracia americana” que gran parte del mundo se “miraba” en el mismo, ha quedado al descubierto como farsa, sobretodo después del intento de golpe de estado del día de Reyes del 2021. En ese escenario de fuerzas polarizadas, aderezado por una guerra disfrazada de “operación especial” por Putin, y que ya va a cumplir un año, no debe extrañarnos ni resultar increíble, lo que está ocurriendo. Y obviamente, en ese escenario NO es más democracia lo que debemos esperar, sino, precisamente, más autoritarismo y prácticas dictatoriales como las que estamos viendo. Menos mal que aquí en PR, logramos tumbar un gobernante perverso; sacar la Marina más poderosa del planeta; liberar a todos los presos políticos de las cárceles del imperio; y acaba de ser liberada una presa que estuvo dispuesta a pasar 20 años en prisión por negarse a colaborar con USA en sus políticas dañinas hacia el pueblo cubano, y expresar su apoyo a la demanda de fin al bloqueo contra Cuba, una causa que apoyan casi casi todos los países del mundo (menos USA, Israel y uno que otro peón imperial).
