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Fragmentos de un sermón que nadie me dicta en las madrugadas en el silencio de la montaña en que vivo

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Bienaventurados los que saben que la democracia electoral es una parodia, un esperpento y la consolidación de las promesas mentidas.

Por Mario Cancel-Sepúveda

Fragmentos de un sermón que nadie me dicta en las madrugadas en el silencio de la montaña en que vivo:

Bienaventurados los que saben que la democracia electoral es una parodia, un esperpento y la consolidación de las promesas mentidas.

Afortunados los liberales y los que creen en las bondades del voto, porque ha comenzado temprano la campaña por las candidaturas en los principales partidos ante otro evento electoral en el cual no participaré.

Venturosos los enfermos y los que temen contagiarse con un virus exótico porque las emergencias de salud así como las pandemias terminan cuando los gobernantes taumaturgos dejan de hablar de aquellas y de contar los muertos.

Dichoso el político y el empresario corrupto, el acusado de robo de fondos públicos ante un juez o de cara a una sentencia, porque en esos momentos verá a dios y sentirá su presencia a su lado y nunca tendrá que devolver todo lo que se apropió.

Felices los que no esperan nada del gobierno porque esos nunca desperdiciarán el tiempo ni macularán la dulce esperanza con sus requiebros.

Porque esos pesimistas empedernidos podrán mirar de frente los escombros de la universidad a la que dedicaron su vida sin resentimiento y sin convertirse en estatuas de sal y a ellos pertenecerá lo que quede del mundo.

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