El profesor Bhatia no analiza las causas estructurales de la violencia. Prácticamente exime de responsabilidad a los gobiernos que se han turnado en el poder e insta a la acción individual para atajar la crisis; si cada quien no hace su parte, la crisis no se resolverá por culpa de nosotros mismos. Me recuerda el libro de William Ryan, Blaming the Victim (1976)

PUNTO DE VISTA

Por Carlos I. Gorrín Peralta El Nuevo Día
Una columna del colega Eduardo Bhatia Gautier denuncia la violencia que sufre el país y el miedo generalizado por los asesinatos y la violencia familiar o vecinal. La desesperanza y la incivilidad degeneran frecuentemente en violencia.
El profesor Bhatia pregunta qué tenemos que hacer para lograr serenidad y empatía. “Lo que hagamos no puede depender del gobierno. Requiere iniciativa individual… Todos tenemos una responsabilidad compartida en este esfuerzo por desarrollar comunidades en paz y armonía”. Añade que ya Puerto Rico experimentó algo similar en los años 50 cuando Luis Muñoz Marín, mediante Operación Serenidad, procuró “impartir al esfuerzo económico y a la libertad política unos objetivos armónicos con el espíritu del hombre… [H]ace falta una Operación Serenidad versión 2023. En el mismo espíritu que hace 70 años … [c]on acciones individuales…podemos detener los ciclos de violencia”.
El profesor Bhatia no analiza las causas estructurales de la violencia. Prácticamente exime de responsabilidad a los gobiernos que se han turnado en el poder e insta a la acción individual para atajar la crisis; si cada quien no hace su parte, la crisis no se resolverá por culpa de nosotros mismos. Me recuerda el libro de William Ryan, Blaming the Victim (1976).
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El profesor tiene las mejores intenciones, pero ofrece una solución patética y engañosa. Invoca la “Operación Serenidad” de los años 50 como paradigma —”Teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas…” (DLE-RAE). Esa fue la década del engaño monumental con la implantación de una “constitución” con permiso y aprobación del gobierno estadounidense, no en ejercicio de soberanía que todavía no se le reconoce al pueblo. Las acciones recientes de las tres ramas del gobierno de Estados Unidos revelan que crearon un gobierno que no era ni estado, ni libre, ni asociado, que perseguía perpetuar la territorialidad colonial impuesta desde el 1898.
En los 50 no había “serenidad” cuando los defensores de la libertad, que se negaron a participar del monumental engaño, fueron víctimas de persecución y encarcelamiento bajo la infame “ley de la mordaza” y las “carpetas de subversivos”. Según el estudio de la doctora Ivonne Acosta, La Mordaza (1989), basado en documentos oficiales, esa ley se aprobó para provocar la violencia nacionalista. Se disimuló la represión con un nacionalismo cultural que promovía actividades artísticas y deportivas. Pero en aquella época no se hubiese podido publicar esta columna; tanto el autor como el periódico podrían ser procesados o perseguidos como subversivos.
Además de no haber “libertad política”, tampoco hubo mucho “esfuerzo económico”. La política de “manos a la obra” incluyó promover migración masiva para llevar las manos de nuestra gente a los arrabales y fincas de tomates en Estados Unidos, esterilizar masivamente a muchas mujeres sin consentimiento, y cambiar intereses ausentistas que controlaban la actividad agrícola por otros intereses extranjeros de manufacturera con privilegios contributivos que lograban sacar miles de millones de dólares del trabajo de nuestro pueblo, actualmente cerca de $35,000,000,000 anuales. Como esa riqueza no se queda en Puerto Rico, el crecimiento económico experimentado no ha representado verdadero desarrollo económico sostenible.
Para lograr apoyo político al régimen de subordinación política, fue necesario promover la dependencia económica mediante mendicidad de cada vez mayores transferencias federales, que subvierten la ética del trabajo en un sector de la población. Eso no era suficiente; para realizar obra pública los gobiernos aumentaron los tributos y endeudaron al país mediante una astronómica deuda pública. Ya sabemos lo que eso ha producido: dos décadas de depresión económica, corrupción rampante pública y privada, la quiebra del gobierno y la inhabilidad de proveer servicios aceptables a la ciudadanía.
Aquellas lluvias trajeron estos lodos. Invocar la mitología del pasado no resuelve los problemas que sus protagonistas provocaron, condenándonos a la crisis política, económica, social y moral que sufrimos. Hay que sacar a los mercaderes políticos y destruir el templo colonial. Rompamos con los mitos del pasado para construir la patria que merecemos.
Verdad 10,000 veces reiterada… pero el pueblo NO se da por enterado!