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LUCHA O SUICIDIO: LUCHAMOS POR EL DERECHO A LA VIDA

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En algún momento nos topamos de frente con la corrupción de quienes dirigen el país, con la utilización de leyes para legalizar cualquier fechoría por parte de quienes se reparten el poder y que el gobierno le responde abiertamente a los que más tienen. Chocamos con el hecho de que hasta la idea de unas elecciones “democráticas” se viene al piso con una Junta de Control Fiscal que gobierna sobre los supuestamente electos. O con el hecho de que bajo la tutela de Estados Unidos está ocurriendo precisamente lo que nos hicieron creer que jamás podría pasar.

8 de mayo de 2017  · 

LUCHA O SUICIDIO: LUCHAMOS POR EL DERECHO A LA VIDA

Por William Pérez Vega

No soy psicólogo. Me duele que a veces se insinúe algún vínculo entre el suicidio y la lucha del pueblo. Acá, como maestro de escuela pública, como persona común y corriente, tal vez matizado en algún momento con un poco de poesía, pero siempre militante en la lucha por la vida, creo que la responsabilidad por este tipo de salida ubica en otro lugar.

Desde que nacemos se nos enseña a creer que debemos ser de los buenos y combatir a los malos, que debemos luchar por la justicia, por la igualdad y la paz; que la dignidad del ser humano es inviolable y hay que defenderla hasta las últimas consecuencias. Se nos habla del valor del trabajo o del estudio y de valores como la honradez y la solidaridad. Nos hacen creer que somos iguales ante la ley y que hasta hay un dios muy justo que está al tanto de todo para darnos la mano.

Toda esa ideología supone que, llegado el momento de que palpemos la injusticia que sea, no importa donde, pongamos en práctica lo que siempre nos han hecho creer. En algún momento nos topamos de frente con la corrupción de quienes dirigen el país, con la utilización de leyes para legalizar cualquier fechoría por parte de quienes se reparten el poder y que el gobierno le responde abiertamente a los que más tienen. Chocamos con el hecho de que hasta la idea de unas elecciones “democráticas” se viene al piso con una Junta de Control Fiscal que gobierna sobre los supuestamente electos. O con el hecho de que bajo la tutela de Estados Unidos está ocurriendo precisamente lo que nos hicieron creer que jamás podría pasar.

Peor aún: que muchos de los que se robaron los fondos del pueblo y quienes son responsables de la “crisis” son precisamente integrantes de la Junta y trabajan para encubrir a los demás culpables. Y cobran una fortuna por esa tarea. Chocamos con la realidad de que se le da toda la importancia a los cristales de un banco que comparte la responsabilidad junto a otros iguales de habernos empujado al abismo y las escuelas importan tan poco que hasta hay que cerrar cientos de ellas. También hay que cerrar la universidad porque de algún lado hay que recortar para darle el dinero a los grandes bonistas. Quieren hacernos ver que es malo parar el país y las clases un día, pero quieren cerrar más de 500 escuelas para siempre y cobran por eso. Hay que recortarle a la salud aunque la gente se enferme y muera. Aumentar las más diversas formas de quitarle dinero a la mayoría: impuestos, multas, peajes, aumentos de precio, reducción de sueldo y retiro y la lista no acaba. Por otro lado, las grandes empresas pagan poco o nada, aunque se sabe que con un 10% de impuesto a las foráneas se resolvería la llamada crisis. Hacen leyes como la 20 y 22 para hacer de Puerto Rico un paraíso de los ricos del mundo y un infierno para los pobres. Lo que hace poco era un derecho de la gente lo convierten en delito y lo que era ilegal lo legalizan en favor de los ricos.

Yo, por lo menos tengo que concluir que los culpables de los suicidios de nuestra juventud son los mismos responsables por la muerte de quienes fallecen por causas evitables, por el sufrimiento y el dolor de quienes no tienen con qué pagar por su salud, por su comida, por su casa, por los servicios básicos, los que te quitan la casa que pagaste durante toda la vida si te atrasas. Es el capitalismo salvaje que lo arrasa todo. Y esa conclusión se afianza cuando los gobernantes, sean o no integrantes de la Junta, cuando los capitalistas más poderosos y sus aliados toman medidas para quitarle a la mayoría lo poco que nos queda para entregárselo a los que más tienen, que son ellos mismos. Y que encima de la crisis cobran $600,000 al año, $750.00 la hora, un cuarto de millón anuales, $40 millones en tres años por esa tarea o se llevan sobre $35 mil millones anuales en ganancias, alquilan los edificios más lujosos y una lista interminable de fechorías similares. $3,000.00 es mucho si se trata del sueldo de un maestro, pero está perfecto que los más pudientes se lleven $35 mil millones en ganancias al año. Encima de eso, se utilizan todas las fuerzas del sistema para que esto siga así o que si cambia, sea para ampliar la brecha entre ricos y pobres. Hasta nombran asesora de la Junta a una tal Jaresko, cuyo nombre rima con carifresco.

Entonces, cuando los pobres, y su sector más visible en estos momentos: los estudiantes de la UPR, y otros que no somos estudiantes, se tiran con todo lo que pueden a defender la dignidad, la justicia, el derecho a estudiar y a trabajar, se lanzan a poner en práctica esa solidaridad que nos metieron en cada neurona desde chiquitos, y hasta hay quienes se atreven a hacerle frente a un banco corrupto, a la brutalidad de unas fuerzas policiales o a un gobierno terrorista que les tira y nos tira con todo, se les trata como criminales. Criminalizan el reclamo del pueblo. Y en lugar de reconocerse ese acto de valor y sacrificio supremos, se les crítica y persigue llegando a difamarlos, fabricarles casos y privarles de la libertad. Nos dicen que hay que estudiar y trabajar, pero le cierran las escuelas y la universidad, reducen los salarios o cierran fuentes de empleo. Si no tienes chavos para la salud, pues muérete. O que se muera tu hermano o tu hija y el dolor no importa. ¿No crees que cualquiera en esa circunstancia puede preguntarse para qué estudio, dónde voy a trabajar, porqué tengo que portarme bien, que será de la gente que quiero, de que sirve estar vivo? ¿Dónde queda aquello de que los buenos ganan?

Se está dejando sin opciones a la niñez, juventud, adultos y a los envejecientes. Los culpables son los mismos de siempre: la banca, los grandes empresarios, los dueños de todo, los ricos, los fondos buitre. El dinero que nos quitan ni lo botan ni lo queman: va a las arcas de un puñado de privilegiados. Se llevaron el dinero del pueblo, crearon la crisis y nos la echan encima a nosotros para ellos beneficiarse. Utilizan todos los instrumentos de opresión con que cuentan, desde la propaganda hasta la fuerza bruta. Y si nos defendemos nos meten presos. Nos hacen saber que los pillos, corruptos y sus secuaces, que los malos son los que mandan; que el ejército de los buenos no existe y si alguien se atreve a intentarlo lo golpean con todo.

Ellos quieren que nos suicidemos como pueblo y como individuos. Y si no nos suicidamos, nos matan. Pero esa ruta solo les beneficia a ellos. Si los dejamos, nunca saciarán su voracidad. Hoy acabarán con unos y mañana con otros. Ante lo que nos están haciendo, poco ha ocurrido. Si acorralan a la gente y la dejan sin salidas, es de esperarse que aumente la violencia. Pero si la misma es individual, atenta precisamente contra todos y todas. Crecerá la criminalidad, los suicidios, la enajenación y la desesperanza. La emigración que en este caso es lo mismo que un destierro, aumentará. Se quieren quedar con todo. No podemos permitirlo. ¡Que la violencia les duela a ellos!

La solidaridad, la justicia, la dignidad y el derecho a la vida son parte de nuestros más altos valores. La ruta más correcta para vencerles es haciéndoles frente. No podemos regalarles esta tierra y dejarles que controlen nuestra vida. Que sepan que tenemos la fuerza para detenerlos. Dicho enfrentamiento tendrá que ser en todos los lugares. La batalla es en todos los frentes. Esta lucha es por nuestro derecho a la vida como personas y como pueblo. Hay que vencer a la muerte, que es lo mismo que el capitalismo atroz, violento y salvaje. Nosotros los buenos somos muchos más y si nos unimos nadie nos podrá derrotar. Eso que soñamos como paraíso nos toca construirlo en esta tierra con nuestro propio esfuerzo. Ahora nos toca a todos, a todas. Somos el pueblo. Vamos pa’lante.

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