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Luis Pedraza Leduc: ¿La energía es un negocio?

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Buenos días. Durante el día de hoy comienza la visita de la Secretaria de Energía de EUA, Jennifer M. Grandholm a comunidades en Puerto Rico. La visita se extenderá el resto de la semana. El interés del gobierno federal está fundamentado en la inversión de decenas de miles de millones de dólares para establecer un sistema de energía basado en fuentes renovables para que en 2050 se descarten los combustibles fósiles.

También hay interés en garantizar la inversión privada por encima de la gestión pública. Está claro que la energía es negocio y no un derecho. Eso es lo fundamental. Si fuera un derecho y un servicio esencial (que lo es) entonces el gobierno lo operaría. Pero como la visión es de negocio, entonces se factura.

Se inicia otra vez el debate de propuestas sobre el tema. Artículos de opinión en favor de una u otra posición surgirán. Hoy compartimos la columna dominical del periodista Benjamin Torres Gotay. Su llamado a que como Pueblo nos dejemos sentir es urgente.

Sobre todo porque en el tribunal federal se discute el plan de deuda de la AEE que según la Junta de Control Fiscal debemos pagar nosotros, el pueblo. Todos y todas tenemos que asumir el tema, no comprando placas para el techo, sino exigiendo un proceso inteligente, justo y en beneficio de nuestros intereses como Pueblo.

Luis Pedraza Leduc

Al encuentro del sol

  • El Nuevo Día
  • 29 Jan 2023
  • Benjamín Torres Gotay , benjamin.torres@gfrmedia.com x Twitter.com/TorresGotay
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Cuando el terruño –que muchas eras después fue Puerto Rico– emergió, radiante y deslumbrante, de las feraces profundidades del mar, hace unos 150 millones de años, fue premiado por la creación con maravillas sinfín, menos una muy importante: el recurso natural que, mucho tiempo después, sería el principal motor de la actividad humana.

Los llamados combustibles fósiles –petróleo, carbón y gas natural– se formaron hace unos 300 millones de años bajo la tierra y los cuerpos de agua, producto de la descomposición de vegetales y animales que existieron por aquellos tiempos. Fueron descubiertos a mediados del Siglo XIX y, desde el Siglo XX, convertidos en energía por combustión con la invención de la gasolina, el diésel, el gas licuado, los lubricantes y otros derivados del petróleo; mueven ciudades, industrias, personas, todo, con lo bueno y lo terrible, a la vez, que ha sido eso para el planeta.

En lo que hoy es Puerto Rico, por diabluras o quizás bendiciones del azar, parece que nunca pereció uno de los animales o plantas que derivaron en los combustibles fósiles, pues no se encontró nunca ni una gota de petróleo con la cual pintar de negro siquiera la punta de un dedo.

Los granos de arena en nuestras playas no son suficientes para contar los recursos que, a consecuencia de esa carencia, nos han sido succionados comprando petróleo. Solo en la primera década de este siglo, la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) gastó la inaudita cifra de $22,000 millones en compra de combustible fósiles.

No en balde terminó en la bancarrota que la llevó al colapso total.

En su monumental novela La guerra y la paz, que trata sobre la invasión de Napoleón a Rusia en 1812, el escritor ruso Leo Tolstoy describe la historia como un “reloj cuyo complejo movimiento de innumerables ruedas y ejes solo produce el deslizamiento imperceptible y regular de la saeta del tiempo”. Dicho de otro modo: la historia nunca se detiene, aunque a veces lo parezca. Así, entonces, el paso paquidérmico, pero imparable del tiempo ha traído a

Puerto Rico a las puertas de una transformación descomunal en la manera en que hemos vivido.

Mientras bebíamos combustibles fósiles hasta atragantarnos y ahogarnos, aquí, y en otros sitios, gente muy valiosa, angustiada por el terrible efecto de los hidrocarburos en la salud del planeta, estudiaban nuevas maneras de producir energía. Encontraron varias fuentes de energía limpia e inagotable, entre estas una que ha abunda aquí: el sol.

En otras palabras, “el deslizamiento imperceptible y regular de la saeta del tiempo”, que en otro momento fue tan tacaño con nosotros privándonos de la principal fuente de generación de energía de la humanidad, nos pone esta vez ante un recurso que siempre hemos tenido en abundancia.

Llevan tiempo diciéndonoslo Casa Pueblo, Queremos Sol y otros. Pero el lunes pasado ocurrió un desarrollo importantísimo en este tema: un estudio del Departamento de Energía de EE.UU., como parte del plan federal PR100 para viabilizar la transición de Puerto Rico hacia energías renovables, indica que aquí existe la capacidad para producir por vía solar toda la energía que necesitamos ahora y, al menos, hasta el 2050, que es la fecha en que, según la ley vigente en Puerto Rico, el 100% de nuestra energía debe provenir de fuentes renovables.

Lo que antes parecía cosa de soñadores, es hoy una realidad comprobada. Desde el 2009, un estudio de los profesores Agustín Irizarry, José A. Colucci y Efraín O’Neill, del Recinto Universitario de Mayagüez ( RUM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR), reveló que, con placas solares en el 65% de los techos en la isla, podía producirse el total de la energía que necesitábamos aquel momento. Entonces, había desafíos económicos por el costo de las placas solares y técnicos por la ausencia de mecanismos de almacenaje de la energía solar para cuando faltara el sol.

Esos desafíos son hoy superables. Más de 40,000 familias obtienen hoy su energía del sol en su casa mediante placas fotovoltaicas, la cual almacenan en baterías que hace unos años no existían, y hay microrredes solares en Adjuntas, Castañer y otros sitios. El año pasado, el gobierno de EE.UU. aprobó $1,000 millones para instalar placas solares y baterías en techos residenciales en Puerto Rico.

En resumen, Puerto Rico puede estar, si vigilamos bien el proceso, a las puertas de una transformación descomunal en la manera en que producimos la energía que necesitamos para vivir, libres, cuando este cambio llegue a buen término, de la dependencia de combustibles fósiles que tanto nos cuestan y nos contaminan.

Es en ese contexto en que debe entenderse el anuncio hecho el miércoles de la contratación de una empresa privada, Genera PR, para correr las unidades de generación de la AEE. Fue anunciado, y le toca a la sociedad, a la oposición, a la Legislatura y a las agencias reguladoras velar por que así sea, como el comienzo de la transición hacia energías renovables. El contrato incluye decomiso de plantas hoy existentes, a medida en que vayan saliendo de uso.

La transformación hacia energías renovables es esencial para el futuro de Puerto Rico como una sociedad próspera y equitativa. Entraña retos enormes, como lo es la necesidad de un sistema menos caro y contaminante que el existente mientras dure la transición. La participación del gobierno de EE.UU. es importante porque ellos pagan la transformación. Pero ni aun así está garantizada. Mañana gana allá un gobierno con intereses distintos en cuanto a energías renovables y se va el plan PR100 por el barranco.

O sea, que no podemos dejarle esta responsabilidad a nadie más. Tenemos que velar de día y de noche que nadie se nos desvíe de esto. Puerto Rico ha sufrido demasiado ahogado por el alto costo del petróleo. La Historia, así, con mayúscula, nos ha puesto hoy ante una oportunidad única de tener un sistema de energía que se ajuste a nuestros recursos, intereses y necesidades. No podemos dejarla pasar.

El sol, que sale todos los días, lleva la vida entera ofreciéndonos su energía inagotable. Llegó la hora de caminar a su encuentro.

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