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Manuel de J. González: Siempre hemos estado en las calles

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Los relatos no se escribieron buscando dar lecciones a los jóvenes que participan en las luchas de ahora. No creo que las necesiten. Hace apenas cuatro años, en 2019, la juventud actual tomó las calles con tal fuerza que obligaron a un cambio de gobierno. No sólo lograron algo hasta entonces inédito, sino que, de paso, se convirtieron en ejemplo para el resto del mundo. No creo que quienes lograron tanto estén necesitados de lecciones.

Por manuel-de-j-gonzalez Claridad

Félix Ojeda, quien ha dedicado gran parte de su vida a rescatar del olvido partes de nuestra historia, me comentaba un día que en Puerto Rico, contrario a otros países, no es común que se publiquen memorias políticas. Quienes participan de la vida pública de ordinario se van a la tumba sin contarnos sus experiencias. Esa omisión obliga a los historiadores a reconstruir eventos casi desde cero.

Cuando se habla de los elementos que conforman una nacionalidad, llevándola a diferenciarla de todas las otras, de ordinario se menciona la cultura, el idioma y los rasgos étnicos. Sin embargo, es su historia lo que realmente la hace única y, más importante aún, lo que permite que sus integrantes se perciban unidos, vinculados a un colectivo que tiene vida propia. Un grupo social sin historia carece de sentido y cualquier nacionalidad que no conozca y divulgue su pasado poco a poco se muere. Es ese conocimiento de las raíces lo que da sentido de pertenencia. De allí surge el orgullo de ser parte, el deseo de luchar para defenderla y la alegría de compartir con quienes son como nosotros.

Cuando me dispuse a escribir los relatos que recién se publicaron bajo el título “La generación que tomó las calles”, tenía muy presente tanto el comentario del querido amigo Félix Ojeda, como la reflexión que resumo en el párrafo anterior. No se trata de una autobiografía ni nada que se parezca, sino de un esfuerzo para ayudar a arrojar un poco de luz sobre un periodo importante de la historia puertorriqueña en la que tuve la oportunidad de participar.

Los relatos no se escribieron buscando dar lecciones a los jóvenes que participan en las luchas de ahora. No creo que las necesiten. Hace apenas cuatro años, en 2019, la juventud actual tomó las calles con tal fuerza que obligaron a un cambio de gobierno. No sólo lograron algo hasta entonces inédito, sino que, de paso, se convirtieron en ejemplo para el resto del mundo. No creo que quienes lograron tanto estén necesitados de lecciones.

Lo que sí es necesario es crear vínculos. Que quienes ahora luchan puedan sentirse enlazados con otros que también lucharon en el pasado, desarrollando plena conciencia de que se trata del camino. no siempre rectilíneo, de un mismo pueblo. Es la misma nacionalidad puertorriqueña la que tomó las calles en las décadas que se cuentan en mi libro y la que las volvió a tomar en 2019. Para percibir esa continuidad, tan necesaria en el devenir de todo pueblo, es importante conocer la historia. Ese conocimiento solidifica el sentido de pertenencia a un mismo colectivo social.

Es la misma nacionalidad puertorriqueña la que tomó las calles en las décadas que se cuentan en mi libro y la que las volvió a tomar en 2019

Tampoco creo que las luchas que dio mi generación juvenil tengan algún sello de especialidad porque desde que se fraguó la nacionalidad puertorriqueña no hemos parado de luchar. Como en todo país, unos periodos han sido más intensos que otros, pero la continuidad ha sido la norma. Por ejemplo, en las décadas del ’20 y el ’30 del siglo XX se desarrolló una de las luchas más importantes de nuestra historia, que logró derrotar la política de “americanización” impuesta por Estados Unidos desde su primera administración colonial. La patria que hoy tenemos y la nacionalidad de la que nos sentimos parte, en buena medida se la debemos a los estudiantes y maestros que defendieron nuestro vernáculo e impulsaron nuestra cultura en aquellos años difíciles y a los que, convocados por Pedro Albizu Campos, desafiaron la represión. De igual forma, los que en 1950 llegaron a la inmolación, dado un ejemplo de valor y sacrificio, inspiraron a los que salimos a las calles una década después.

En el campo puramente estudiantil, la lucha de la década del ’60 por la reforma universitaria y el contra el militarismo en los campus se vincula directamente a la que se dio a finales de la década del ’40, que desembocó en la huelga de 1948. Los dirigentes de aquel conflicto terminaron expulsados de la universidad, obligados a rehacer sus vidas en la calle. Lo mismo nos ocurrió a quienes levantamos la antorcha 20 años después, como se cuenta en mi libro. El principal dirigente estudiantil del ’48, Juan Mari Brás, cumpliría luego funciones de defensor y mentor de quienes siguieron su ejemplo.

Como vemos, nuestro pueblo nunca ha parado de luchar y resulta importante y necesario que eso se conozca, como me recordaba hace algunos años el querido amigo Félix Ojeda. Quienes todavía podemos, tenemos la obligación de atender su llamado para que la lucha constante de nuestra nacionalidad siga reproduciéndose. Lo que somos y lo que seremos es resultado del esfuerzo de todos y todas, y es responsabilidad de cada cual contar lo que le toca.

El libro La generación que tomo las calles esta disponible en la CLARITIENDA.

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