La activista, que llegó a Vieques hace 40 años a luchar contra la Marina, sigue enfocada en los desafíos que la Isla Nena aún enfrenta

Por Benjamín Torres Gotay El Nuevo Día
Vieques – Cuando la activista Nilda Medina fue contactada para ser entrevistada con motivo del vigésimo aniversario de la salida de la Marina de Guerra de Estados Unidos de Vieques, dijo que no le interesaba hablar más de las luchas del pasado.
La campaña contra la presencia militar fue bonita y acabó con un triunfo. Pero, la isla municipio enfrenta hoy nuevos desafíos que ocupan a los interesados en que siga siendo habitable para futuras generaciones de viequenses.
Recibió a El Nuevo Día, no obstante, en una calurosa mañana, en Isabel II, el casco urbano de Vieques. Sudorosa, con gorra de béisbol, las manos cubiertas en el polvillo gris del cemento, trabajaba con sus propias manos en la rehabilitación de un edificio deshabitado en la calle Muñoz Rivera, con el fin de convertirlo en un hotel comunitario. Cuenta, entusiasmada, que desde las habitaciones del segundo nivel se ve la luminosa Bahía de Mulas, por la que se llega en lancha o ferry a la “Isla Nena”. “Ya ves. Trabajando temprano”, dijo.
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Nilda Medina: “Esto aquí será crítico para los viequenses”
La activista plasmó los nuevos desafíos que ocupan a los interesados en que siga siendo habitable Vieques para futuras generaciones.
En Vieques, la lucha por la supervivencia no terminó el 1 de mayo de 2003, cuando la Marina cerró oficialmente el campo de tiro que ocupaba toda la zona este de la isla. Los desafíos del presente –sobre todo, la gentrificación y el desplazamiento– son los que ocupan –día y noche, llueva, truene o relampaguee– a Medina y a muchos otros.
Natural de Vega Alta, Medina llegó a Vieques hace 40 años. Vino a trabajar como maestra y a luchar contra la presencia militar. Cuenta sus motivaciones con enorme candidez. “Vine aquí a luchar contra la presencia militar. Vine sabiendo que mi misión, mi existencia, estaba dada para trabajar por la salida de la Marina. Fue una decisión política. Yo soy socialista, comunista y lo sigo siendo, a pesar de que todos mis compañeros de esa época se han ido para el otro lado”, dice.
En Vieques, conoció, y se enamoró de otro recién llegado: el estadounidense Robert Rabin, quien vino a la isla municipio desde Boston, más o menos al mismo tiempo que ella, para estudiar por varias semanas los efectos del militarismo, pero nunca volvió a irse. Vivieron juntos hasta la muerte de Rabin, por cáncer, el 28 de marzo del año pasado.
Ambos dieron todas sus energías a la lucha contra la Marina. Se complementaban bien. Rabin era más sereno y conciliador; Medina, más pasional y combativa. “Bob decía que él era un gringo de clavo ‘pasao’, pero que no le gustaba lo que hacía Estados Unidos en esta isla”, recuerda Medina.
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Tras la salida de la Marina, las inconmensurables bellezas de Vieques adquirieron un súbito nuevo valor. Es natural: no mucha gente le veía demasiado valor a un sitio que, por hermoso que fuera, durante, al menos, seis meses al año era bombardeado hasta el punto de que las estructuras se sacudían, como si hubiera sismo, y tenía una incidencia de cáncer 31% mayor al resto de Puerto Rico.
Cuando se fue la Marina, el turismo explotó y las propiedades subieron exponencialmente de valor. El precio medio de una propiedad hoy en Vieques es $595,000, según la página realtor.com. Ese es un precio muy por encima de las posibilidades de una población local en la que el 53% está bajo el nivel federal de pobreza. Dicho de otra forma: a los que se chuparon la Marina por seis décadas, se les hace muy difícil vivir hoy en un Vieques pacífico, que está, en cambio, atrayendo mucha gente de afuera.
Esa es la lucha de hoy de Medina. “En el futuro, va a haber un niño que va a querer vivir en Vieques y no va a poder, que va a querer ir a una playa de Vieques y no va a poder. Esto aquí va a ser crítico para los viequenses, que tienen el derecho a vivir en su isla. Yo me puedo ir para Estados Unidos, me puedo ir para Vega Alta. Pero el viequense tiene derecho a vivir aquí y disfrutar del aire, de la playa, del ambiente que otra gente viene a disfrutar”, sostuvo.
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Medina enfrenta este desafío no con protestas ni desobediencia civil. Ni siquiera es, o promueve que se sea, hostil con los extranjeros comprando tierras y propiedades en Vieques. “Somos una comunidad bastante abierta y somos una comunidad de paz”, dijo.
Dirige Incubadora Microempresas Bieke, desde la que orienta a viequenses acerca del proceso de montar negocios, como una manera para reducir la pobreza, crear riqueza y ayudar a los naturales de la isla y ayudarlos a contar con los recursos para vivir en su propia isla. Es una de muchas estrategias que han desarrollado los viequenses para defenderse de los desafíos que siguen prendiéndoseles como abejas a un panal.
El fin de sus esfuerzos es uno solo. “La urgencia de proteger el derecho de las futuras generaciones a vivir aquí debe tenerla todo viequense”, dijo Medina. Dicho eso, volvió al edificio de la calle Muñoz Rivera a continuar colaborando en la construcción del futuro de Vieques.