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Ángel M. Agosto: Voces de bronce

19.95$

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Descripción

No sé cómo los lectores se enfrentarán a la visión de la lucha en el presente histórico representado en la novela. Es posible que la visión utópica, que borra la historia real, proyectando una sociedad imaginaria donde la revolución tiene una fuerza casi perfecta, satisfaga la urgente necesidad de acción que puedan te-ner algunos. Pero la novela como forma artística, atada como es-tá a las contradicciones concretas de la historia y del presente social, pierde fuerza crítica mediante la representación utópica de una revolución de carácter épico que lejos de darle una mayor movilidad y flexibilidad, nos ofrece la imagen petrificada de una marcha triunfal que responde más a necesidades subjetivas que a posibilidades reales. ¿Qué puede haberse debilitado en esta ima-gen utópica, más cercana a la épica que a la novela, observándo-la desde la íntima relación entre historia y novela? Me parece que si la tendencia al estudio minucioso del pasado, manifestado en el texto, se hubiese proyectado con el mismo vigor hacia el presente histórico, la libre modelación del contenido hubiese podido quedar enriquecida con un mayor contacto con el movi-miento material de nuestra sociedad. Más todavía, si pensamos que la crisis social que afloró al final del lustro glorioso ha pa-sado por diferentes etapas que la han llevado a la maduración y a la podredumbre de la colonia que se manifiesta en la situación actual. Proponer una ruptura con la compleja crisis de hoy exige tomar en cuenta el contexto específico en que se circunscriben las transformaciones posibles. Lo que digo se puede resumir en la siguiente expresión: si la novela postula una afinidad con el materialismo histórico, en su acercamiento al pasado, debe man-tener la coherencia con ese propósito en la proyección de las po-sibilidades de ese pasado en el presente histórico. El peligro de no mantener ese equilibrio podría ser una devaluación de la in-terpretación del pasado que se busca reivindicar. Pienso sobre todo en la juventud actual, que no vivió la riqueza histórica de aquel pasado, pero vive inmersa en un presente agobiante que exige serias transformaciones. Si bien la utopía revolucionaria los invita a la acción, para que esa utopía engrane en acciones fructíferas tiene que enlazarse con las posibilidades concretas que la historia provee. En ese complejo enlace entre pasado-presente, como aparece en la construcción novelística, el lector puede notar un desequi-librio. Ahora bien, no quiero terminar sin valorar la urgencia ac-tual de articular la esperanza en nuestra sociedad. Mientras el pesimismo y la desesperanza desmovilizan, la utopía mueve los corazones. Como la novela de Ángel Agosto tiene una cualidad muy importante, la reflexividad, estamos ante un escritor que manifiesta voluntad de escritura, y podemos esperar de él la pro-fundización futura de lo que hoy señalamos en un sentido crítico positivo. No hay mayor incentivo a la creación que el estímulo hacia una superación. Más todavía cuando la actividad que lla-mamos escritura tiene como propósito indagar y exponer ver-tientes de lo histórico que han sido silenciadas o reprimidas. El viejo militante debe sentirse complacido con los logros ya obte-nidos en la juventud descubierta en la vocación de escritor. Aho-ra ha decidido, con firmeza, moverse en el espacio de las armas de la crítica. Apreciamos su novela y nuestros comentarios críti-cos van dirigidos, con amistoso gesto, a seguir perfeccionándose en ese urgente rumbo que postula que la literatura también es una fuerza de transformación social. Muchas gracias a todos y todas por haberme oído con tanta paciencia y gracias también a Ángel Agosto por haberme dado el privilegio de presentar otra vez su novela.D. Félix Córdoba Iturregui

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