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Descripción
Puerto Rico vive desde hace más de 122 años invadido por el poder militar y el deslumbramiento del poderío, por la superioridad de las armas, de otra nación. Aun así, nuestra actitud colectiva hacia lo militar, en suelo patrio, es de indiferencia y dejadez.
Esta actitud nos ha llevado a no cuestionar todo el entramado de instalaciones militares que nos rodean diariamente, cuyo uso es en contra de nuestros mejores intereses. Entramado que consume nuestros mejores recursos naturales en tierra, aire, agua y espacio sideral y que incluye hasta operaciones compatibles con un escudo antimisiles en América.
Sólo en momentos en que, por alguna situación doméstica, como lo fue el asunto del agua en el Río Blanco, o de salud; como lo es la salud del pueblo de Vieques, es cuando reaccionamos.
El peligro que pudiera entrañar el emplazamiento de armas nucleares en Puerto Rico no se debate. Actos como probarlas, pasa desapercibido, como lo fue el uso de uranio reducido en Vieques, acto repetido inmediatamente después en Kosovo, en la Guerra de los Balcanes, para la cual fuimos el conejillo de indias. Y ser conejillo de indias se ve como algo del pasado, “y sólo contaminados con agente naranja”, como si fuera algo poco sustancial e inofensivo.