Esta marcha de gigantes no se detendrá hasta revolcar completas las estructuras que oprimen a los trabajadores
Son las fuerzas motrices de la revolución social ante la total e irreversible bancarrota económica del país, matizada por la rapacidad del imperio cuyas garras (léase Junta de Control Fiscal extranjera) se ensañan contra los trabajadores y los sectores más humildes del pueblo.
El momento requiere el reencuentro de los cuadros políticos que este gran movimiento obrero ha ido templando a lo largo de las últimas décadas para articular esta vanguardia dispersa y reconstruir el partido obrero. Ése es el futuro de esta lucha social.
La combatividad de los maestros tiene un efecto multiplicador en la formación de la conciencia social general del pueblo por su particular función hegemónica en el salón de clases.
Existe un malestar acumulado que desata a cada momento la furia del pueblo, como la gota al tope que una copa llena, es la gota que la desborda. El gobernador Pierluisi trató una semana antes de la última convocatoria de calmar los ánimos de unas masas del pueblo que pocos años antes habían tumbado un gobernador de su propio partido, anunciando un aumento salarial temporero, pero su táctica se le revirtió en contra, y tuvo que recibir en Fortaleza al liderato de esos trabajadores, con las grandes masas enardecidas fuera de sus portones, al mismo liderato obrero que una y otra vez se había negado a recibir. Los gobernantes arrogantes no conocen otro lenguaje que el lenguaje de la fuerza, y esa fuerza de las masas de obreros y trabajadores es la que hay que saber articular ahora para construir órganos de poder permanente.
Nuestras luchas sociales han adolecido de fallas adjudicables a su liderato histórico, fallas de las que las nuevas generaciones de luchadores han de tomar nota. Ha faltado una estrategia política obrera, es decir, un plan de largo alcance que trascienda la inmediatez de las luchas sindicales y se fije metas contra la estructura capitalista de opresión. Los marxistas en sus luchas históricas, en particular Lenin y la experiencia rusa, nos aleccionaron sobre esto.
Y lo previmos en Puerto Rico cuando fundamos el Partido Comunista en 1934 y el Partido Socialista (PSP) en 1971. Es, visto en retrospectiva, experiencia acumulada que apunta hacia la necesidad de la organización política de los trabajadores. Hay que aprender de nuestra experiencia al nivel nacional e internacional, pues es lo que termina cuajando en una teoría revolucionaria específica para nuestra formación social.
Es importante señalarnos a nosotros mismos que las ideas se desarrollan en la acción revolucionaria, no en la exégesis acrítica de la teoría. Por ello, en la praxis marxista y en el fervor de la militancia revolucionaria, teoría y práctica son inseparables. Es por eso que sostenemos que la teoría, en la acción revolucionaria, no es para las academias (en alto despiste en Puerto Rico), como tampoco la acción de la militancia lo es solo para las organizaciones revolucionarias, cuyos errores en la percepción de la realidad y sectarismos absurdos son cada vez más frecuentes.
La lectura apresurada y superficial de la historia por parte de los cuadros al frente de movimientos reivindicativos lleva a acciones y decisiones políticas erradas y de consecuencias fatales para la revolución. Tal, por ejemplo, el monstruo auto creado de la anexión[1] que condujo a un sector del independentismo, elección tras elección, a aliarse con los llamados autonomistas, yerro que terminó perpetuando la colonia y, por lo tanto, mantuvo sobre nuestras cabezas el mentado “monstruo”. Es una paradoja que solo el movimiento obrero, con una política clasista consecuente, ha de romper.
De nuevo, pero ahora con lentitud y con demasiada incoherencia, los vientos están cambiando. La oposición a la venta de la Telefónica en los años noventa, el éxito alcanzado por las grandes movilizaciones de masas contra la Marina de los Estados Unidos en Vieques, las luchas sindicales y políticas del movimiento estudiantil y obrero en defensa de la universidad pública y contra la legislación anti obrera son muestras de este despertar. Cientos de miles de trabajadoras y trabajadores movilizados en verano de 2019 desplegando una fuerza tal que lograron la renuncia de un gobernador inepto e inmoral es muestra de que renace la voluntad de lucha de los trabajadores en Puerto Rico.
Los maestros lo demostraron una y mil veces en los últimos veinte años. Las manifestaciones del magisterio de febrero de 2022 es la lección que nos continúan ofreciendo estos combativos educadores, quienes continuamente sacan el pupitre a la calle para continuar educando. La combatividad de los maestros es un efecto multiplicador en la formación de la conciencia social general del pueblo por su particular función hegemónica en el salón de clases del sector público.
Lo importante ahora es reconstruir esas fuerzas dispersas en nuevos esfuerzos organizativos con metas realista hacia la transformación social. Las movilizaciones de pobladores y sectores desposeídos, junto a los sectores organizados del movimiento obrero, por cambios fundamentales en la estructura social habrán de cimentar la unidad de clase de la gran masa de trabajadores. La cuestión es movilización y organización. Organización para continuar movilizando. Movilización para alcanzar para los trabajadores nuevos estadios de conciencia y poder.
Estamos en medio de una gran coyuntura histórica. Nunca había sido tan descarado el colonialismo y el capitalismo como en esta época. Nunca el imperialismo se había puesto a sí mismo tan al descubierto como en estos tiempos. Nunca la historia de Puerto Rico vio un caos mayor con unos partidos tradicionales que no ofrecen caminos claros. El colapso es no solo de las instituciones, es de todo el sistema de dominación extranjera en Puerto Rico.
Pensamiento Crítico: otro hito de los setenta
Por ángel m. agosto
El 5 de agosto de 1977 se había tomado la decisión por parte de la facción que controlaba el Comité Central del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) de expulsarme de la colectividad. Fue una decisión desesperada, tomada por un grupo minoritario y moralmente derrotado, incidentalmente en control de las estructuras partidarias. Su propósito fue cancelar el análisis interno donde progresaban las ideas marxistas-leninistas, fundadoras del PSP, que constituían el punto de vista de este autor. Con esa decisión cortaban por la yugular aquel aún incipiente proyecto político de la clase obrera. A fines del mismo mes de agosto se reunía el grupo que terminaría fundando la revista Pensamiento Crítico. La primera edición circuló en febrero de 1978 y con esta edición número 100[2], treinta y dos años después, la convierte en la revista de izquierda de más larga duración en la historia de Puerto Rico.
Meses antes, durante el debate interno, había circulado en el seno del PSP un folleto mimeografiado de unas veinte páginas titulado Construir el partido. Era un resumen de mis posiciones ideológicas durante aquel conflicto, debate cuya fase intensa duró más de un año. En la parte inferior de la portada del folleto, publicado en julio de 1977, decía: “Publicaciones Pensamiento Crítico”. Fue ésa la primera mención del nombre de la revista.
El grupo fundador lo integraron Radamés Acosta, Pedro Varela, José Carreras, Bernardo López Acevedo, Margarita Mergal, Federico Lora, Luis Carrión, Miguel Cabrera, Jorge Farinacci, Mickey Barnes, un estimado compañero experto en asuntos internacionales que prefirió no ser identificado y Ángel M. Agosto, primer director y editor. Trabajando ya para la primera edición en enero de 1978 se nos unieron varios excelentes compañeros: Norma Torres, en tipografía; Enrique Estrada, en arte y diseño; Ángel Emilio Rodríguez, en circulación; Benjamín Vázquez, José C. González y José Rivera, en imprenta, y Antonio Fontán, en fotografía.
Desde el primer número se incluyó en el colofón la frase “Pensamiento Crítico, una revista distinta de la izquierda puertorriqueña”. Se definía así:
La posición de la revista se fija en el editorial y en los artículos firmados PC. Pensamiento Crítico es tribuna abierta al pensamiento independentista y socialista y acepta, en consecuencia, colaboraciones que no necesariamente coincidan con la posición de la revista.
Existían entonces otros órganos independentistas, entre los cuales se encontraban el semanario Claridad. Pensamiento Crítico no pretendía sustituirlos ni entrar en competencia. El énfasis de la revista no era el aspecto informativo, sino formativo y el análisis y debate franco y honesto al interior de la izquierda.
El financiamiento, como el de cualquier publicación de izquierda, era uno de los grandes problemas. Más aun, por cuanto poníamos sumo énfasis en una presentación gráfica nunca vista en una publicación de ese tipo en Puerto Rico, el costo resultaba sumamente elevado. Antes de la publicación de la primera edición en febrero de 1978 calculamos un presupuesto para el primer año ascendente a unos cincuenta mil dólares. Enfrentamos este problema con un plan de tres puntos: venta masiva de subscripciones, donativos directos de individuos y organizaciones y venta por consignación en librerías y otros puestos de venta. Todo el equipo de trabajo de la revista y muchos otros colaboradores habrían de ponerse en acción en aras de este propósito cardinal.
Paralelamente, también desarrollamos una imprenta y centro de fotocopias que llamamos Talleres Alborada. Ésta se estableció en el sector Santa Rita, muy cercana al Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, por lo que tuvo gran éxito como fuente adicional de ingresos de la revista, hasta que fue allanada y destruida por el FBI norteamericano en 1982.
Fue sorprendente asegurar más de un centenar de subscriptores aun antes de que éstos vieran la revista por primera vez. Recuerdo una ocasión en que Margarita Mergal llegó exhausta después de todo un día de búsqueda de fondos y entregó todo lo recogido. Uno de los cheques, que ella creía que era de $8.50, resultó que no lo había mirado bien: era de ochocientos cincuenta dólares.
Pero el financiamiento principal terminó en manos de una organización armada que meses más tarde vendría a conocerse como Ejército Popular Boricua, Macheteros. Fue para esa época que conocí a Filiberto Ojeda Ríos, quien apoyó la revista con el mismo entusiasmo desbordante que siempre puso en todos sus proyectos. Sostuve largas conversaciones con él y su grupo dirigente, con quienes tuve muchas coincidencias y también diferencias. La principal de éstas últimas tenía que ver con el papel dirigente que yo atribuía al partido proletario en el proceso revolucionario en una colonia industrial como la nuestra. Incluso critiqué el machete como símbolo, como también hubiera criticado el uso de la hoz, uno de los dos componentes simbólicos del comunismo internacional: ya Puerto Rico había perdido, como clase social, al campesinado. Mi punto de vista era que la nuestra sería una revolución industrial urbana, para lo cual se requeriría mucha creatividad en los aspectos organizativos y operacionales.
Y ésa, entendía yo, era la función inicial de Pensamiento Crítico: promo-ver el debate en la izquierda, desde una perspectiva marxista, que condujera a la construcción de un partido revolucionario de la clase obrera.
Con Filiberto y los demás compañeros me encontré con la misma retórica ritualista que había dejado atrás en el PSP, con una abismal diferencia. Siempre privó en la dirección del grupo que terminaría llamándose “Macheteros” un lenguaje respetuoso y práctica respetuosa y honesta que me permitió exponer, en un ambiente de absoluta libertad, mis posiciones discrepantes de su línea política.
Nuestra historia política, desde Lares, ha estado marcada por continuas improvisaciones, lo que nos ha llevado a fracasos que luego tratamos de justificar con argumentos fantasiosos. Mil hombres y mujeres sobre las armas proclamando la república en 1868 son palabras mayores. Si decimos que los organizadores fallaron precisamente por eso, en la organización, en la cronometría de los pasos específicos, cometemos un gran sacrilegio a la vista de muchos. Albizu tuvo el mérito de rescatar la fecha del 23 de septiembre en los años treinta, pero hemos fallado en evaluar críticamente el mismo.
Ha faltado, y sigue faltando hoy, un plan estratégico. No nos compliquemos la vida con este término. Estrategia es, sencillamente, cómo lo vamos a hacer. Los de Lares, por más que idealicemos, no tenían una estrategia y, si la tenían como afirman algunos historiadores, no hicieron el trabajo organizativo.
Algo parecido ocurrió con el nacionalismo, aunque claramente tenían una estrategia: crearle una crisis al régimen, estrategia que fue copiada por el Movimiento Pro Independencia (MPI) durante los años sesenta, aunque éste sí hizo trabajo organizativo. Y trató de ganarse a las masas. A partir de fines de aquella década descubrió a la clase obrera y el marxismo y pudo construir el destacamento revolucionario mejor organizado que jamás existió en nuestra historia.
El Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), la organización emancipadora de estructura nacional de más larga vida sí ha demostrado tener una estrategia coherente: ganar las elecciones y negociar la independencia en Estados Unidos.
El problema ha sido que esta estrategia no podría tener la más mínima posi-bilidad de éxito sin un respaldo electoral masivo, y parece que, elección tras elección, esto es cada vez más difícil.
Los desvelos actuales del independentismo flojo y ambivalente, el soberanismo, lo convierten en el nuevo escudo contra la crítica revolucionaria. No es que el esfuerzo soberanista esté mal. Posiblemente sea un paso firme para aquellos que, viniendo de la derecha y centro del Partido Popular, puedan ser reclutados por su sector de izquierda para reestructurar las relaciones de poder en Puerto Rico. Lo equivocado es que el independentismo se inmovilice en aras de este esfuerzo en la constante búsqueda de otro más de los ‘asideros de ficción”[3].
Y es ahí, precisamente, donde radica el centro de la crisis y estancamiento del movimiento revolucionario en Puerto Rico. Muchos de sus dirigentes solo buscan, con desesperación en algunos casos lastimosos, el afán de protagonismo. Por eso les viene tan al dedillo el soberanismo que nace desde el centro mismo del colonialismo estadolibrista del PPD. El discurso lírico dieguista, tan hueco y carente de contenido social como el mismísimo abogado corporacionista del cual surge el cuño, es retórica que no huele bien a las masas del pueblo.
Nada sustituye la lucha de masas en las huelgas, los piquetes, las manifestaciones populares en defensa del ambiente y los derechos democráticos. He ahí la verdadera escuela de cuadros. Ello es válido siempre que tenga continuidad en el esfuerzo organizativo en la fábrica, en la comunidad, en la escuela, en la universidad.
[1] La anexión política de Puerto Rico a los Estados Unidos como estado federado de esa nación extranjera.
[2] La mencionada edición habría de publicarse en 2010 pero por razones desconocidas por este autor no se publicó.
[3] La frase proviene de un artículo de Ana Lydia Vega publicado en El Nuevo Día el 1 de agosto de 2010.