
MESA EDITORIAL
Un siglo de lucha por una convergencia anticolonial
Por ángel m. agosto, Director Interino -Editor Tomado de la edición número 7 de Nueva Pensamiento Crítico, La Revista, noviembre de 2022.
Los dirigentes del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y de Victoria Ciudadana (VC) anunciaron a fines de octubre haber llegado a unos acuerdos para una participación conjunta en las elecciones generales de 2024 con un programa mínimo anticolonial. Nueva Pensamiento Crítico observa con júbilo y juicio crítico este proceso.
Cualquier esfuerzo que tenga como resultado un tránsito hacia la soberanía e independencia de Puerto Rico es un paso positivo en la construcción de una sociedad más justa para los trabajadores en Puerto Rico. En una colonia clásica como la nuestra, la lucha de independencia es parte ineludible de la lucha social de los trabajadores por su emancipación.
El esfuerzo es justo, dado que ambas organizaciones, el PIP y VC obtuvieron en las pasadas elecciones poco más de un 28 por ciento de la votación. El partido en el gobierno, el PNP, obtuvo algunos cinco puntos adicionales. Y todos sabemos que las fuerzas progresistas, en las acciones y movimientos amplios de masas, al juntar fuerzas, elevan exponencialmente su ámbito de influencia.
La experiencia internacional es fuente y árbitro de estas potencialidades cuando se juntan las fuerzas progresistas, para bien o para mal, claro está. Lo vemos en España, como también en algunos países de América Latina, como en Uruguay, Chile, Colombia y más recientemente, Brasil. Lula no hubiera ganado a los fascistas de Bolsonaro en la segunda vuelta si no hubiera desplegado un espíritu de apertura hacia diversas organizaciones progresistas de su país.

Un programa mínimo anticolonial en el Puerto Rico de hoy ha de incluir, como mínimo:
- La salida de toda institución de dominación imperialista en Puerto Rico, como el FBI, la Corte Federal, la Junta de Control Fiscal y cualquier otra institución de la llamada esfera federal de los Estados Unidos, incluyendo sus leyes;
- Alcanzar consenso con los sectores radicales de la izquierda, cuya tradición de lucha tiene raíces profundas en nuestra historia social.
No es la primera vez que se busca amplitud de horizontes en la lucha anticolonial de Puerto Rico. El Partido Unión de Puerto Rico, fundado en 1904 por José de Diego, Luis Muños Rivera y Rosendo Matienzo Cintrón, es un primer ejemplo de ello. Su programa amplio llegó a incluir, junto con la aspiración de la estadidad, la independencia. Ese partido se colocó de frente a los esfuerzos de los trabajadores por la justicia social, y ello selló su suerte. El mismo Partido Popular Democrático (PPD), fundado en 1938, nació de una voluntad unitaria y, una vez se consolidó para 1944, traicionó a su base social mayoritaria, el independentismo, y se volvió en una fuerza colonialista.
A fines de la década de sesenta, el Movimiento Pro Independencia (MPI), que era la fuerza independentista de más vertiginoso ascenso de la época, con fuertes vínculos con el movimiento obrero, se tomó la iniciativa de plantear al PIP una convergencia para un Frente Unido Electoral para las elecciones de 1972, teniendo como programa mínimo la independencia de Puerto Rico. El país entraba, como hoy, en una profunda crisis económica cuyo impacto en la vida social era evidente. Era necesaria una fuerza vigorosa que canalizara la indignación de las masas hacia verdaderas soluciones estructurales de la hecatombe que nos venía encima.
No se logró aquel esfuerzo unitario y las consecuencias la hemos vivido los puertorriqueños durante los últimos cincuenta años.
Por parte de la izquierda radical, claro está, hay que seguir adelante con una agenda propia, la cual es nuestra prioridad máxima, dirigida a construir una vanguardia revolucionaria capaz de asumir en pleno la dirección del proceso hacia el cambio social real. En nuestro libro, El movimiento obrero en una economía de enclave, sostenemos:
Y para lograrlo tiene que desarrollarse un sujeto popular capaz de presentar un proyecto social alternativo. Hoy este sujeto está desarticulado, está en pedazos, hay reconstituirlo. El desafío es sobreponernos a las asperezas y la desconfianza acumulada entre los cuadros revolucionarios y, en muchos casos, reencontrarnos para construir un nuevo movimiento obrero revolucionario.
Las elecciones de 2020 y el verano de 2019 enviaron un potente mensaje a la llamada “clase” política tradicional de deslegitimación institucional. Se desbordó el marco del bipartidismo (se desbordó, no se canceló) y se sentaron las bases para la irrupción de sectores populares a los foros tradicionalmente controlados por las élites políticas. El bloque de la derecha está en descenso. Se está viendo en las manifestaciones populares que se levantan en forma multitudinaria frente a “issues” concretos que les afectan directamente, como ocurrió en febrero de 2022 con diversos sectores de trabajadores públicos, en particular los maestros de escuelas públicas.